ALGUNOS INSECTOS DAÑINOS
Pocas personas se hacen cargo de la importancia que tienen los insectos en la historia de la Tierra. Después de las serpientes venenosas, no hay seres más temibles que algunos insectos; los destrozos que causan en los bienes son realmente espantosos. Un tigre o un león nos infunden, claro está, más pavor que un mosquito; pero este último puede causar la muerte con más facilidad que el tremendo felino. Las fieras son grandes y relativamente pocas; los insectos, pequeños, pero su número es incalculable, y no se nota su presencia hasta después que han hecho el daño.
No siempre es fácil determinar el origen de una plaga de insectos. Para formarnos una idea de cómo empiezan esas plagas, recordaremos lo ocurrido en el siglo xix en el estado de Massachusetts. Hasta entonces, en aquel Estado era desconocida una especie de mariposa nocturna, de color gris con líneas negras transversales, llamada lagarta. Por desgracia, en cierta ocasión en que un naturalista francés estaba trabajando en su laboratorio con las ventanas abiertas, un fuerte soplo de viento arrastró fuera de la habitación, esparciéndolos por el jardín, unos cuantos huevos de esa mariposa, que un amigo había enviado al referido naturalista.
Estos huevos fueron incubados, las orugas se transformaron en otras tantas mariposas, que a su vez pusieron otros muchos huevos. Fue tan rápida la multiplicación que en el transcurso de unos pocos años la lagarta se había diseminado ya por un espacio de 600 kilómetros cuadrados. En vano intentó la gente luchar contra la invasión. Las orugas pululaban por los árboles y los deshojaban, dejando toda aquella comarca sin el menor vestigio de verdor. La obra de devastación se reanudó repetidas veces, y perecieron de este modo más de 40 millones de árboles. El gobierno estadounidense se ha visto obligado a invertir grandes sumas en la lucha contra esta plaga que tan considerables pérdidas de riqueza ha ocasionado a muchos países.
La dorífera de la patata se cuenta también entre los enemigos temibles del agricultor. Es un lindo insectillo de color anaranjado, rayado de negro; pero destruye la cosecha de patatas en dondequiera que se presenta. Hasta tiempos recientes no atacaba sino a la vegetación silvestre de las Montañas Rocosas de América del Norte, de donde es originaria, pero luego invadió las regiones cultivadas. La hembra suele poner centenares de huevos sobre las hojas de la planta de patata; la incubación se verifica con rapidez extremada; las crías no tardan en poner huevos, de los cuales salen otros insectos, que a su vez hacen lo mismo, y estas puestas sucesivas se efectúan en el lapso de un solo verano.
Durante el invierno, duermen bajo tierra; pero despiertan en la primavera para atacar a las plantas, de manera que en ciertas regiones la cosecha de patatas resulta enteramente destruida por las larvas.
Toda persona en cuyo poder se encuentren ejemplares vivos de este temible insecto es condenada a pagar una fuerte suma, lo que se hace para impedir negligencias en esta materia.
En Europa, hasta donde también llegó, se ha tenido que combatir arduamente con los más modernos métodos. La afrófora es un insecto muy conocido; vive en las hierbas u otro tipo de vegetación y chupa el jugo de las plantas. Forma una habitación de espuma, compuesta de pequeñas burbujas que el insecto saca de su propio cuerpo. Quitando el envoltorio de espuma, encontramos en su interior un curioso animalillo, de color verde amarillento, con largas patas traseras que le permiten saltar como una rana. Una niña, cierta vez, descubrió uno de esos insectos con ocasión de estar concentrando los rayos del sol sobre la espuma por medio de una lente; la afrófora en el acto saltó fuera de su envoltura, dando las mayores muestras de irritación y de sorpresa de que es capaz un insecto.
Ahora bien: la afrófora está emparentada con un insecto de los más nocivos, conocido con el nombre de cigarra; si bien se encuentra en Europa, es particularmente perjudicial en América del Norte, donde la gente acostumbra llamarle “langosta de diecisiete años”.
Se le ha dado este nombre por lo siguiente: los machos del insecto perfecto mueren al poco tiempo de haberse efectuado la fecundación; la hembra pone unos 500 huevos sobre las ramas del árbol que ha elegido para posarse, y muere también después; pero no sin antes haber causado en el árbol grandes estragos. Los huevos, a favor del calor, se desarrollan y las orugas caen al suelo en cuanto nacen. Se introducen entonces en la tierra, y siguen viviendo allí por espacio de diecisiete años, durante los que chupan la savia de las raíces de los vegetales y ocasionan destrozos con sus patas anteriores que son poderosas y cavadoras.
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