Un banco macizo de langostas de ochenta kilómetros de largo, junto a la orilla del mar
Algunas veces los vientos empujan a la nube o manga dentro del mar. Se dio un caso a fines del siglo xviii, en una comarca de África del Sur, devastada por las langostas, que cubrían una extensión de 5.500 kilómetros cuadrados. Se levantó un vendaval que las arrastró al mar; y fue tan grande la cantidad de insectos ahogados, que sus cuerpos, arrojados a la playa por las olas, formaron como un banco o barrera de más de un metro de alto y de ochenta kilómetros de largo. Cuando una manga de langostas penetra en un país, agricultores y entomólogos se aprestan a combatirla con todos los medios a su alcance. Las probabilidades de éxito aumentan si se las ataca antes que tengan alas, es decir, cuando van andando todavía por el suelo. Hasta el año 1881 constituyeron un azote para la isla de Chipre; pero luego dos hombres de talento estudiaron el problema y consiguieron poner coto a la propagación de las langostas. El medio que emplearon, aunque de resultados maravillosos, es sumamente sencillo, y su descubrimiento se debe al haber observado con detención las costumbres de estos insectos.
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