LOS ESPLENDORES DE LA ANTIGUA GRECIA
Si echamos una mirada al mapa del Mediterráneo, descubriremos al punto que en este mar se bañan tres penínsulas, todas ellas dirigidas de Norte a Sur. La más oriental es, en realidad, una península doble, cuya parte inferior, llamada en la antigüedad Peloponeso, tiene la forma de una hoja de morera, y se halla unida a la porción septentrional por el istmo de Corinto. Una serie de estribaciones montañosas separan del resto de Europa al Peloponeso y a la faja de tierra situada del otro lado del istmo.
Esta tierra de Grecia está abierta a un mar encantador, poblado de islas, con hermosos puertos y navegación fácil. Este mar fue conocido en otro tiempo con el nombre de Egeo, y las mismas risueñas islas vienen a ser los estriberones entre Grecia y las costas fronteras del Asia Menor.
Ya hemos leído, en la historia de Persia, con cuánta gallardía y decisión defendieron los griegos sus montes norteños durante la lucha entre Oriente y Occidente, en el siglo quinto antes de Jesucristo. Sabemos también cuan expuestas al ataque estaban en aquel tiempo las costas, y de cuánto valor se consideraban puertos tan preciosos como el de Salamina. Pero antes de lanzarnos de nuevo al estudio de aquellos tiempos azarosos, echemos una rápida ojeada a la condición primitiva del país.
Es menester que veamos los comienzos de una raza que tan brillante papel desempeñó en días de terrible prueba.
Dícese que un pobre anciano ciego, cuya existencia, sin embargo, ponen algunos en duda, discurría errante por las costas del mar Egeo, unos trescientos años o más antes de aquella época en que todo el país andaría revuelto, aprestando naves y reuniendo soldados con que oponerse a los persas. Aquel anciano, Homero, como otros bardos o poetas antes que él, cantaba o recitaba por donde iba los más hermosos cantos de combate y aventuras que jamás haya escuchado el mundo. Homero, cerca de 3000 años ha, transmitía en sus versos, vestida con ropaje poético, la historia de unos tiempos que tal vez distaban tres o cuatro siglos del suyo.
Ya hemos leído en este libro algunas narraciones de Homero. En el Museo Británico consérvanse manuscritos, de 2.000 años de antigüedad, de los grandes poemas la Ilíada, o la toma de Ilion, o Troya, y la Odisea, que nos cuenta las maravillosas peregrinaciones del héroe Odiseo o Ulises.
Hasc pensado en algún tiempo que la Riada y la Odisea eran cuentos de hadas, porque muchos de sus episodios no parecen ser más que una bolla ficción. Las excavaciones, sin embargo, han demostrado cuánta verdad histórica contienen los cantos de Homero. Reconocemos ahora que los brillantes hechos de los tiempos pasados se ocultaban en las leyendas, como en hermoso relicario. Aquellos tiempos cantados por Homero habían sido borrados por olas de nueva gente, por años de revueltas y luchas en el país.
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