Cómo los fenicios llegaron a poseer todo el comercio del mundo
La Iliada menciona a los fenicios como un pueblo de metalúrgicos; la Odisea nos habla de ellos principalmente como de un pueblo de osados marinos y piratas.
Aunque vieron las ventajas de Malta y Chipre, la isla del cobre, para puertos y bases de apoyo, la principal colonia que floreció sobremanera después de los brillantes si bien extinguidos días de Fenicia, fue Cartago, en la costa norteña de África, punto más próximo a Sicilia. Tan poderosa y rica llegó a ser esta colonia que fundó otras, tales como Nueva Cartago, en España, y luchó larga y valientemente con griegos y romanos en épocas posteriores.
Y al mismo tiempo que los fenicios arrostraban las ondas en la tempestad y en la calma, y compraban y vendían en todas partes, desde las antiquísimas ciudades griegas hasta Gran Bretaña, y fundaban colonias, sacaban asimismo grandes riquezas de un hermoso tinte de púrpura, extraído de un pequeño molusco que recogían en las playas. Asombra el considerar cómo en aquella estrecha faja de costa bullía la vida, especialmente alrededor de las dos grandes ciudades Sidón y Tiro, de tan trágica historia después. El nombre de Tiro nos trae al recuerdo el de su rey, Hiram, quien fue amigo de David y ayudó a Salomón en la construcción del gran Templo de Jerusalén, enviándole cedros y bronce y expertos operarios.
En tanto el poderío de los fenicios llegaba así a su apogeo, afluían sin cesar del Este, por todo el litoral del mar Negro, grandes oleadas de gente, empujando delante de sí y hacia el Sur a las tribus. Y así ocurrió que, algunos años después de la caída de Troya, la llegada de nuevas tribus en busca de otros hogares suscitó un alzamiento de los Estados de las costas occidentales del mar Egeo.
En los años de lucha y de confusión siguientes, perdióse la elevada civilización antigua, y cuando, por fin, se restableció la paz, encontramos a Grecia -o Hélade, como sus mismos pobladores la llamaban- dividida en pequeños Estados, encerrados, en su mayoría, por un círculo de montañas, pero abiertos al mar.
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