El lóbrego día en que la libertad de Grecia desapareció para siempre
En la decisiva batalla de Queronea, Demóstenes, ya de cuarenta y siete años de edad, luchó en las filas atenienses. Imaginaos sus sentimientos al anochecer de aquel espantoso día. Los atenienses perdieron 1.000 hombres en el campo, y 2.000 que quedaron prisioneros en manos de Filipo. La flor del ejército tebano murió como un solo hombre en su puesto. La libertad de Grecia estaba perdida; la gloria de Atenas, arruinada. Si grande era Filipo, que había levantado a Macedonia desde la condición de un pequeño Estado semibárbaro hasta la hegemonía de Grecia, más grande todavía fue Alejandro, su hijo, cuyas extraordinarias conquistas ya hemos leído en la historia de Persia.
Pagina anterior: El peligro que amenazaba a los estados griegos por el norte
Pagina siguiente: Cómo Grecia, cautiva, cautivó a su soberbio emperador