EL MOVIMIENTO Y LA MATERIA
Si contemplamos el mundo y nuestros propios cuerpos, vemos que hay dos cosas que nos llaman la atención: la materia y el movimiento. En varias partes de este libro hemos tratado ya de la materia, de su constitución, y de la manera cómo forma rocas, planetas y estrellas. Lo único que puede añadirse aquí respecto de ella, es que nuestros conocimientos son aún escasos. Durante el siglo pasado, los hombres se figuraban conocer perfectamente la materia; pero ahora sabemos que todo cuanto hemos aprendido -que por cierto no es poco- es tan sólo el principio. De todos modos, ya sabemos de qué se trata cuando empleamos la palabra “materia”, y podemos estudiar a continuación lo que se llama movimiento.
Ahora bien, el movimiento no es una "cosa", como lo es la materia, sin que por eso deje de ser real y efectiva su existencia. Si se observa la diferencia que hay entre aguantar una pelota en la mano y detenerla cuando alguien la ha lanzado en su dirección, no se tendrá dudas acerca de la realidad del movimiento. Asimismo nos daremos clara cuenta de esa realidad, comparando las sensaciones experimentadas, según que nos dejemos caer en el agua hallándonos junto a la superficie, o que lo hagamos desde una altura algo considerable. Empezamos a creer que es más real que la misma materia, y que ésta es sencillamente un estado particular de movimiento de una cosa que llamamos éter.
Esto es una novedad de interés e importancia tales, que vamos a procurar hacerla comprender. Se cree que en toda la extensión del Universo hay una cosa conocida con el nombre de éter. La gente lo ha tomado a broma, diciendo que era cosa imaginaria, pero quizá sea la más real de todas las realidades.
Ahora bien, mientras que el éter se halla en estado de reposo no notamos su presencia; nada sucede, y podríamos figurarnos que no existe. Pero en cuanto empieza a moverse, y puede hacerlo de diversas maneras, se producen distintos fenómenos. Si el éter se mueve de un modo determinado, se producirá lo que llamamos luz, según veremos más detalladamente luego.
La luz y el calor radiante, las varias clases de luz invisible, de las cuales trataremos luego, incluso los rayos x, así como el magnetismo y la electricidad, corresponden todos a estados especiales de movimiento en el éter; y si nos fijamos en la importancia que tienen esas cosas en el mundo, resultará que el movimiento puede tomarse como un hecho básico en la constitución de la materia. Pero esto no es más que el principio de lo que ha de decirse acerca de este asunto. Existe una doctrina científica, según la cual, no sólo el aire, sino las materias sólidas, como las rocas o el acero, consisten también en un estado de movimiento del éter, movimiento muy distinto del que produce luz y calor, pero que no por eso deja de ser movimiento.
Sabido es que el calor se presenta en dos formas; la del calor radiante o de radiación, que procede del Sol o de la lumbre, y el calor de un objeto caliente, que lo advertimos al tocarlo. Se supone que esta última clase de calor es debido a un movimiento de vaivén -o vibración, como se dice- de los átomos y moléculas del objeto caliente. De manera que también esta forma de calor es debida a formas del movimiento.
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