La única cosa que pueden hacer los hombres


Somos seres humanos, y como tales no podríamos seguir viviendo ni un instante si no fuera por la circulación de la sangre en nuestro cuerpo; y, no obstante, nos hemos hecho dueños de la Tierra, transformando de tal modo el aspecto de su superficie que los habitantes de la Luna -si los hubiese- podrían advertirlo; dominamos a todos los demás seres vivientes; hemos construido grandes buques y edificado inmensas ciudades; hemos descubierto algunos secretos de los astros; hemos dominado muchas enfermedades, y penetrado en el secreto de los átomos. Pues bien; cuando nos preguntamos a qué se debe el hecho de que el hombre haya realizado y esté en vías de realizar cosas tan estupendas -o sea qué maravillosa facultad poseemos-, la contestación es sencillamente que poseemos la facultad de mover las cosas. Esto, de momento, podrá parecer absurdo, pero es absolutamente cierto. Todo cuanto han realizado o llegarán a realizar los hombres, proviene al fin de esa maravillosa facultad que les permite la acción, o sea la comunicación del movimiento, sin olvidarnos, claro está, de la dirección emanada de la inteligencia. Hemos realizado maravillas y realizaremos otras muchas más; pero todo cuanto podemos hacer es mover cosas. La enseñanza que de ello se desprende es que el movimiento, de por sí, puede producir resultados asombrosos. Puede decirse que las obras del hombre, como las de la Naturaleza, dependen, de un modo general, del movimiento.