La conquista de la atmósfera, gran triunfo de la ciencia
Nos maravilla que los animales marinos puedan vivir en el seno del mar, a veces a grandes profundidades y soportando enormes presiones. Sin embargo, no debemos olvidar que nosotros también vivimos en el fondo de un fantástico océano de una profundidad que llega a 800 kilómetros: el océano de aire que rodea a la Tierra por todos lados; es cierto que el aire es una sustancia más liviana que el agua, pero no hay que olvidar que las profundidades oceánicas, las llamadas fosas marinas, alcanzan apenas a diez kilómetros. Los 800 kilómetros que tenemos sobre nosotros ejercen una fuerza de 15 toneladas sobre el cuerpo humano, tremenda fuerza que nos trituraría si ella no se ejerciera también desde el interior de nuestros tejidos. Esa fuerza, como sabemos, se debe al peso de las capas de aire que están por encima de nosotros. A medida que subimos, la presión disminuye, lo que trae trastornos: zumbidos de oídos, pérdida de sangre, etc., el aire se rarifica cada vez más y el hombre sufre sobre las alturas, porque la cantidad de oxígeno va disminuyendo a medida que asciende. Ésta es la razón por la cual los pilotos de globos y aeroplanos estratosféricos llevan cámaras de oxígeno con la capacidad suficiente para esos vuelos. , Los últimos inventos aéreos han permitido al hombre llegar a alturas bastante grandes, aunque todavía muy insignificantes comparadas con el espesor total de la atmósfera, que, aunque no se conoce con exactitud, se calcula que debe exceder a los 800 kilómetros. Con los aviones cohetes, fantásticas máquinas voladoras que viajan con velocidades superiores a la del sonido, el hombre está conquistando el espacio cósmico.
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