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LOS DEPÓSITOS DE AGUA Al fin del acueducto, o donde quiera que conviniese desviar parte del agua, se construía un receptáculo o depósito llamado castellum. Algunos de estos depósitos se decoraban suntuosamente y en Roma se acunó una medalla en que figura el más lujoso. La ley disponía que los materiales necesarios para las reparaciones se tomaran de la propiedad particular más próxima al sitio donde ocurriera el desperfecto, y que la conducción fuese por cuenta del dueño de dicha propiedad, mediante la oportuna indemnización. Otras veces el propietario respondía de la conservación del acueducto a cambio de la exención de cargas públicas. Castella de menores dimensiones para repartir el agua, había en muchas partes de la ciudad, y se dice que su número ascendía en Roma a 247. Para que el agua se purificase antes de distribuirla se construían grandes piscinas (piscinae limariae) en las afueras. Estas piscinas estaban cubiertas con una bóveda y por lo general eran de dimensiones colosales, como se ve en las que aun subsisten en Termo, compuestas de dos pisos con tres estanques rectangulares cada una, que se comunican entre sí. En la Piscina Mirabile de Bajas, la cubierta descansa sobre 48 pilares; dos escaleras con 40 escalones llegan hasta el fondo del receptáculo, y en el eje del depósito hay una cuneta para recoger los sedimentos del agua. Las bóvedas y los pilares están cubiertos con un estuco tan duro que resiste al cincel.
2014 - Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano Siglo XIX. Aviso Legal