LOS ENCUENTROS DEL HOMBRE CON LAS BESTIAS FEROCES


¿Qué ocurre cuando un hombre desarmado tropieza con un león? El hombre ha conquistado el mundo entero y sojuzgado a las bestias; pero, en estos tiempos de viajes y exploraciones, aún se cruzan algunas veces de improviso en su camino los hombres y las fieras. En algunas regiones del mundo la vida salvaje se encuentra todavía en los confines mismos de la civilización; y las fieras, contra cuyos progenitores lucharon los hombres primitivos, aún disputan el paso al hombre civilizado, si se atreve a invadir los bosques y las planicies donde imperan.

Todavía pululan los lobos en algunas regiones de Europa; campa por sus respetos el tigre desde la India a la Manchuria; reina el león en gran parte de África; el leopardo es odiado y temido al mismo tiempo en África y en la India; en América abundan el temible jaguar y el puma o cugardo, conocido también con el nombre de león americano; los osos habitan en el Viejo y el Nuevo Mundo. Aun en el día de hoy, un hombre desarmado, en medio de los páramos inhabitados, se encuentra tan indefenso como sus antepasados contra estos animales feroces. Las armas de fuego constituyen para nosotros la principal protección.

La guerra que el tigre tiene declarada al género humano produce un considerable número de víctimas en la India. Los naturales del país son de condición tímida, cosa que el tigre advierte bien pronto. Muchas tribus creen que en el cuerpo de cada tigre se encuentra aprisionada un alma humana, lo que contribuye a aumentar la repugnancia que sienten por sus mortales enemigos. Esta curiosa creencia es muy antigua.

El tigre no suele atacar al hombre desde el principio de su vida. Muchos de ellos desaparecen del mundo de los vivos sin haber matado a ningún ser humano. Hay algunos, sin embargo, que sienten desde su más tierna edad natural inclinación a cebarse en las personas; pero, generalmente, siempre existe alguna razón para ello. Tal vez una de estas fieras, al salir de su guarida, a la caída de la tarde, tropieza con un indio que conduce a casa sus ganados, y trata de apoderarse de un becerro o de una vaca. El pastor procura ahuyentar al tigre, y éste entonces lo mata de un zarpazo.

Desde aquel momento, el feroz animal pierde todo temor hacia el hombre. La experiencia le enseña que es el ser más fácil de matar, y lo elige como su presa favorita.

En África, cuando un león se aficiona a la carne humana, las tribus más belicosas salen a cazarlo, y lo matan, aunque para lograrlo tengan que sacrificar varias vidas. Pero los naturales de la India son de otra índole. A menos que un europeo los acompañe, bien armado, se resignan mansamente a la obra destructora del tigre, de tal modo, que se cuenta que alguna de estas fieras ha llegado a devorar más de un centenar de personas, en un solo distrito

Ni aun disponiendo de excelentes armas de fuego puede en muchas ocasiones medir el hombre sus fuerzas con el tigre, que es, por diversos conceptos, un enemigo más temible que el león. A pesar de carecer del magnífico escudo protector que tiene el león en su hirsuta melena, posee el tigre otras ventajas, pues sus fauces son bastante más vigorosas y sus zarpas más terribles que las del rey de los animales; y la agilidad y rapidez asombrosa con que obra, aumentan el horror de un encuentro con tan implacable felino.