EL CORAZÓN, LA BOMBA VIVIENTE
En el cuerpo de los animales superiores hay siempre una admirable bomba aspirante e impelente en continuo movimiento, con tubos que a ella conducen y otros que de ella salen: esta bomba es el corazón. El corazón es distinto, según los diferentes órdenes de animales; pero fundamentalmente ninguna diferencia existe entre el corazón de todos los animales de sangre roja. Sabemos que el mencionado órgano no cesa de latir durante la vida, porque podemos percibir sus latidos después de una carrera o cuando estamos asustados, y si cogemos un gato o un pájaro podemos también percibir los latidos de su corazón bajo nuestros dedos. Es realmente extraño que, aunque estas nociones fuesen conocidas desde tiempo inmemorial, no se hayan descubierto, sino hasta hace unos 300 años, las funciones del corazón y la circulación de la sangre. Guillermo Harvey fue quien llevó a cabo tan trascendental descubrimiento. Vamos a exponer aquí lo que Harvey descubrió acerca del funcionamiento del corazón, y lo que sabemos sobre la materia.
El microscopio no se había inventado aún en los días de Guillermo Harvey, quien fue el primero en conocer las funciones del corazón y en demostrar la circulación de la sangre; nunca consiguió, por tanto, ver la red de delgadísimos vasos que enlazan los grandes conductos que salen del corazón con los que a él van a parar. Harvey murió en 1647; y, cuatro años más tarde un insigne italiano, el afortunado sabio que fue el primero en utilizar los servicios del microscopio, Marcelo Malpighi, hubo de descubrir en los pulmones de la rana los delgados tubillos de referencia, que Harvey no pudo ver en su vida y que constituían la prueba definitiva de su descubrimiento. Hoy día cualquiera de nosotros puede contemplar sin trabajo estos admirables conductillos que tanto hubieran allanado el camino a Guillermo Harvey, cuando realizaba sus precursores y magistrales experimentos.
Estos canalículos son tan delgados que su calibre no excede del diámetro de un cabello, por lo que se les llama vasos capilares. Los tubos gruesos que salen del corazón, han recibido el nombre de arterias y los que a él van, el de venas.
Si abrimos una arteria de un animal muerto, vemos que no contiene sangre; y por este motivo, suponíase que las arterias contenían aire, y esto es lo que quiere indicar el nombre que han recibido. Se suponía que este aire era el espíritu o el hálito del cuerpo y el origen real de la vida. Después, un ilustre griego, Galeno, abrió una arteria de un animal vivo y la encontró llena de sangre, lo que constituyó un gran progreso científico; pero los humanos conocimientos debían quedar estacionados en este punto por espacio de largos siglos, hasta que otro sabio, el español Miguel Servet, que vivió en el siglo xvi, vio que la sangre atravesaba los pulmones. Mas la gloria de descubrir la circulación a través de todo el cuerpo le estaba reservada a Harvey. La circulación de la sangre es el hecho capital del funcionamiento de nuestro organismo y del de los animales; y debemos tenerlo siempre presente. Empecemos por estudiar el corazón, para comprender después cómo funciona.
Según llevamos dicho, este órgano es una bomba hueca; sus paredes están constituidas por tejido muscular: el corazón es, pues, el músculo más importante del organismo. Ni de día ni de noche cesa en sus contracciones. Si se detiene o disminuye en su intensidad, aunque sea por unos minutos, caemos en tierra sin sentido. Su actividad es muy grande en el hombre y los animales de sangre caliente, puesto que sus tejidos consumen mucho material nutritivo y producen gran cantidad de desechos, que solamente una circulación sanguínea muy intensa es capaz de balancear. Entre los tejidos que más dependen de la actividad circulatoria figura el nervioso. El corazón debe también impeler la sangre con tal fuerza hacia las piernas que pueda después volver a él por las venas. Todos sabemos con qué facilidad se nos enfrían los pies, y la principal razón de este fenómeno es que, siendo muy difícil para la sangre el retorno al corazón desde tales extremidades, con gran facilidad se entorpece en ellas la circulación. La sangre caliente mantiene los pies calientes, pues éstos por sí mismos producen una cantidad muy escasa de calor.
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