LA MUSICA, UNA CIENCIA EXACTA
Aunque la música sea un gran arte, y como tal tenga por fin deleitarnos con sus bellezas, no por eso deja de ser una ciencia muy exacta, que obedece a leyes definidas y se funda en los principios del sonido.
En tiempos pasados, la música consistía únicamente en melodías, o sea, en aires muy sencillos, por lo regular, en los que sólo suena una nota cada vez. Sabemos, sin embargo, que con frecuencia le es grato al oído percibir al mismo tiempo el son de dos o más notas, y no ignoramos que algunas veces resulta muy poco grato. Saber combinar dos o más melodías, con el objeto de crear una obra musical, significa no sólo ser un artista, sino, además, tener los conocimientos de una ciencia: la armonía De ella veremos enseguida algunos principios fundamentales.
La mayor parte de los perfeccionamientos de la música moderna son debidos al progreso en el arte de la armonía, y todos los aficionados a la música sentirían muchísimo tener que limitarla actualmente a la melodía, ya que tanto puede añadírsele por medio de la armonía.
Ofrece sumo interés investigar lo que constituye una armonía y en qué consiste una disonancia. La diferencia que percibe nuestro oído es muy notable, y con seguridad ha de haber alguna regla que modifique materialmente la naturaleza de los sonidos; sólo falta que descubramos cuál es esta regla. Asimismo es muy interesante observar que hay ciertas clases de armonías a las que ni siquiera se da este nombre, porque las notas que suenan a la vez parecen casi exactamente iguales. Si hacemos sonar, por ejemplo, un do cualquiera en el piano y el de la octava anterior o el de la octava siguiente, está claro que no se trata do la misma nota; no obstante, son tan parecidas que al sonar juntas nos producen el mismo efecto que una sola, si bien el sonido resulta más rico e intenso.
Ahora bien; podría ser que nos figurásemos que esa clase de semejanza entre las notas depende de su proximidad en la escala. Un do, sin embargo, suena de un modo muy parecido a otro do, aunque les separen dos o tres octavas, y de un modo muy distinto de una nota inmediata a él, como un si o un do bemol. No tardamos en advertirlo si pulsamos a la vez dos notas que estén juntas. Todos los oídos están de acuerdo acerca de este hecho, y es forzoso que tenga una explicación satisfactoria.
Si construimos una nueva sirena, como lo ha hecho un sabio alemán, de modo que conste de cuatro series de agujeros en vez de una, y con un número distinto de agujeros en cada serie, obtendremos lo que se llama una «sirena de varias voces» o multisonora, con la cual pueden estudiarse de un modo muy conveniente las leyes de la armonía, que constituye en realidad una ciencia de por sí, lo mismo que el estudio de las rocas o el de las estrellas, y los que quieran ahondarla han de consagrarle su vida entera. Pero cualquiera puede hacerse cargo de sus principios fundamentales y de la diferencia entre lo que se entiende por armonía y disonancia.
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