El hecho importantísimo en que se funda el arte de la música
La armonía, como también toda la música en general, está fundada en las relaciones que existen entre esos números. La razón más sencilla que puede haber entre dos números es, desde luego, la de dos a uno. Ninguna otra podría ser más simple, a menos que se tratase de dos números exactamente iguales. Ahora bien, el experimento hecho con la sirena multisonora nos enseña que esa razón de dos a uno es la que produce en nuestros oídos la impresión más completa de semejanza y armonía. Las dos notas que forman una octava guardan entre sí esa relación, y siempre producirán el mismo efecto en el oído, en dondequiera que estén situadas, arriba, abajo o en mitad de la escala, esto es, indistintamente.
Puede ser que una de las notas corresponda a 24 vibraciones por segundo y la otra a 48; y puede suceder que el número de vibraciones sea respectivamente de 25 y de 50 ó de 15,001 y de 80,002; pero, sean cuales fueren, esos dos números están siempre en la relación de uno a dos, y por lo tanto el sonido de uno producirá en nuestro oído un efecto casi idéntico al del otro, del cual viene a ser algo así como un «duolicado».
Toda la música moderna tiene por base este hecho; y si llenamos el intervalo existente entre una nota y la otra con cierto número de notas escogidas de un modo adecuado, formaremos lo que suele conocerse con el nombre de escala o gama.
Nada más fácil para un violinista que tocar una serie de escalas que resulten insoportables al oído. Por otra parte, existen determinadas escalas que suenan muy agradablemente. Las hay que producen un efecto fúnebre, mientras otras lo producen apacible y aun alegre.
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