EL INSTINTO CONSTRUCTOR QUE POSEEN LAS AVES
Un espectáculo de los más interesantes que la Naturaleza ofrece al atento observador es la variedad de formas y admirable perfección con que las aves construyen sus nidos. El instinto enseña a los alados arquitectos cuál es el lugar más adecuado para colocar la cuna de su prole, y cuáles los materiales que deben emplear a fin de tener a sus polluelos abrigados y protegidos.
Los nidos de las aves, en su forma más perfecta, son las cunas más acabadas que se han construido jamás; por eso generalmente se cree que son blandos y suaves, cálidos y abrigados. Empero, no es así siempre. Las aves que frecuentan las playas y los ríos se contentan muy a menudo con un tosco agujero practicado en la tierra, en una grieta de las rocas o sobre el borde de algún abismo insondable. También las aves de rapiña son con frecuencia descuidadas y ligeras en sus métodos. El nido del águila es una tosca estructura de ramas.
La garza gusta de hacer su nido en lugar alto y seco, sobre la copa de algún árbol elevado, y lo reviste de raíces, ramitas y hierbas delicadas. En cierta ocasión el viento derribó un nido de estas aves, y, al recogerlo, un observador quedó sorprendido al ver que estaba hecho casi todo él de la clase de alambre que se usa en las máquinas segadoras para amarrar las gavillas. Proveyóse entonces de un buen anteojo, y, al examinar los otros nidos de garzas que había en el mismo lugar, comprobó que estaban construidos de una manera análoga.
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