PRIMEROS CONSTRUCTORES DEL FERROCARRIL
El primer ferrocarril que se explotó para el servicio de viajeros fue el de Stockton y Darlington, en Gran Bretaña, el cual se inauguró el 27 de septiembre de 1825. Los progresos de este medio de locomoción han sido tan rápidos, y tan habituados nos hallamos a él, que apenas nos es posible comprender los terrores que inspiraron a nuestros padres las primeras locomotoras. Afirmábase que el establecimiento de las vías férreas haría imposible los pastos; que el aire emponzoñado por los humos de las máquinas mataría las aves; que las casas situadas cerca de la línea serían envueltas por nubes de humo o incendiadas por las chispas que desprendieran aquéllas.
Un diario de la época escribía: “No creemos preciso detenernos a combatir los proyectos de estos visionarios que pretenden cubrir el país de ferrocarriles y reemplazar las diligencias y postas por este nuevo sistema de transporte. ¿Hay algo más ridículo, más absurdo, que sostener que una locomotora nos llevará con doble velocidad que una diligencia?”
Así se expresaban los órganos de la opinión pública en aquel tiempo, y tal era el concepto que les merecían las aspiraciones de hombres de genio como el eminente Jorge Stephenson. Nació este célebre inventor en 1781, en un pueblecito de Gran Bretaña, y fue el segundo de sus seis hermanos. Su padre, Roberto Stephenson, fue minero y, después, fogonero; pero, a pesar de su laboriosidad, sus ganancias eran tan exiguas que no alcanzaban a cubrir las necesidades de su familia, la cual se veía precisada a vivir en una sola habitación de una modestísima vivienda campesina.
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