El mundo bajo la nueva influencia que procedía de Roma


En esos tiempos de grandes cambios, se dejó sentir, en lugar de la antigua fuerza de las armas y de la grandeza de Roma, una nueva influencia procedente de la misma ciudad, tal era la propagación de la fe cristiana. Sus valientes y abnegados misioneros fueron a predicar en medio de los salvajes de Europa Central; derribaron sin temor los ídolos y echaron por tierra con sus propias manos los árboles sagrados, en presencia de los idólatras. Roma, hasta entonces famosa por el poderío de los Césares, conseguía un nuevo poder y grandeza como sede del Obispo de Roma, Padre de toda la Iglesia, llamado el Papa; pues obispos y sacerdotes, atravesando los Alpes y las montañas transalpinas, salían de Italia y se desparramaban por la gran llanura del Norte y por el valle del Rin para fundar templos y evangelizar a la gente, y por más lejos que fueran, se mantenían unidos íntimamente a Roma, por medio de inquebrantables lazos espirituales.