EL PAÍS DEL SOL NACIENTE
Frente a las costas orientales de Eurasia, es decir, del continente formado por Europa y Asia, hay un grupo de islas cuya larga cadena se extiende desde la punta de la gran península de Kamchatka, huérfana de toda vegetación, hasta la tropical isla de Formosa, frente a la costa de la China Central. Algunas de estas islas integran el imperio del Japón, el país del Sol Naciente.
También suele llamarse al Japón la “Gran Bretaña del Pacífico”, por los muchos puntos de semejanza que existen entre los dos países. Ambos están situados, el uno en Occidente y el otro en Oriente, bastante cerca del gran continente para sentir el poder de su influencia, y bastante lejos para desenvolver una vigorosa independencia y una fisonomía propia, bien definida, porque el mar los ha separado de sus vecinos.
La atracción del mar, la incitante disposición de sus abiertos derroteros, la severa educación que da a cuantos se aventuran en él, todo este conjunto de circunstancias ha moldeado de un modo parecido el genio y condición de japoneses y británicos: los naturales de ambas naciones son marinos y comerciantes.
Los japoneses comparan a menudo la forma de su país con la de un hipocampo o caballito de mar. Componen su cuerpo las cuatro islas principales que encierran el mar del Japón, y las islas de Luchu remedan a maravilla la figura de una cola.
La parte del gran continente situada junto a la isla principal del Japón es la península de Corea, que separa el mar Amarillo, de muy poco fondo, del profundo mar del Japón. El Japón tiene su historia peculiar, asaz larga, aunque no tanto como la de China.
¿Hay algo más hermoso, sugestivo y fantástico, que el espectáculo de un sol de fuego en el momento de salir del mar, dando a las olas, con sus brillantes rayos el aspecto de oro líquido y tiñendo el anchuroso firmamento con la gama entera de los más delicados y exquisitos matices? Los naturales del ex Celeste Imperio siempre volvieron los ojos a Oriente para admirar tanta gloria, y sus sabios más antiguos dejaron escritas en sus libros historias maravillosas de dioses y héroes que habitaban en las islas ocultas en medio del esplendoroso océano oriental. De esta suerte Japón, Tierra del Sol Naciente, llegó a ser tenido por un país sagrado y misterioso, cuyos naturales se ufanan de descender de aquellos extraordinarios seres incorpóreos. Las creencias que se desenvolvieron en torno de tan pintorescas historias condujeron, con el tiempo, al culto nacional de dioses y espíritus invisibles de antepasados y fuerzas naturales; culto que tiene todavía profundo arraigo en Japón. Llámase esta religión Sintoísmo, que significa el camino de los dioses.
Créese generalmente que los primeros pobladores del Japón, después de los trogloditas, fueron los aínos, que llegaron cruzando el estrecho mar procedentes de Siberia, y hubieron de encontrar un cambio delicioso en las islas meridionales, cuyo clima, modificado por una corriente marina tropical, que viene del Sur, es cálido y agradable en extremo, y la campiña hermosa y fertilísima. Los aínos, sin embargo, iban siendo incesantemente arrojados de las partes más agradables de aquella tierra por nuevos invasores más civilizados que ellos.
Eran algunos de raza mongólica, como los chinos, y llegaron del vecino continente cruzando el mar del Japón desde Corea y Manchuria.
Otros nuevos invasores arribaron a Japón siguiendo la plomiza y templada corriente que parte del mediodía de Asia. Eran éstos de raza malaya. Grandes oleadas de estas dos razas llegaron unas tras otras; y éstos son los verdaderos antepasados del pueblo japonés, pese a que los aínos nunca fueron enteramente arrojados del país. Todavía hoy existen algunos millares de ellos en el norte de Japón, pero viven separados de los demás, y son notables por estar casi enteramente cubiertos de vello.
Aunque son amantes de la paz, y no cuidan de progresar, poseen muy bellas cualidades. Susténtanse principalmente de la pesca y la caza, y practican esta última en las intrincadas selvas de la isla septentrional de Yeso, que albergan animales salvajes y caza de toda especie.
Pagina anterior: Las escuelas de Alemania
Pagina siguiente: Una dinastía de emperadores que ha reinado durante más de dos mil quinietos años