Una aldea de pescadores convertida en gran ciudad
Desde que se abrieron las puertas del Japón, Kobe, situada a orillas del hermoso mar interior, hase convertido, de aldea de pescadores, en una dilatada y espléndida ciudad, en la cual se efectúa la mayor parte del comercio japonés y donde las casas extranjeras están muy bien representadas. El viajero puede tomar el tren que recorre las encantadoras costas de este Mediterráneo asiático, entre la isla de Nipón y las dos islas meridionales más pequeñas; o, aun mejor, al salir de Nagasaki, cabe hacer el trayecto en vapor, por las profundas y clarísimas aguas azules, de un extremo a otro, pasando por entre incomparables islas y montes vestidos de brillante verdor, y gozando además en contemplar los barcos pesqueros, los curiosos juncos y los pueblecillos ocultos en rincones impensados.
Osaka es otro centro manufacturero, enclavado cerca del mar interior y renombrado por su hermoso templo y sus ricos bazares. Báñala el río por donde desagua el lago Biua, el mayor de Japón, que tiene aproximadamente las mismas dimensiones del de Ginebra, al que iguala en hermosura. En las calurosas noches de estío, es un espectáculo sorprendente el que ofrecen las multitudes entregadas a las diversiones acuáticas, las audiciones musicales en el agua y las movibles luces de millares de farolillos. En las orillas de este lago hay instaladas casas de té.
En Osaka se puede tomar el tren hasta Kioto, una de las antiguas capitales de Japón, famosa por sus admirables edificios e interesantes recuerdos. El viejo palacio del Mikado, que en ella se conserva, abarca una extensísima superficie.
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