Caminando al lugar en donde fue hallado Moisés
Semejante idea no deja de ser, en realidad, abrumadora. El lugar en que se halla el turista, le parece aterrador de veras; gustoso respiraría el aire que se dilata más allá de esos oscuros y misteriosos parajes.
En viéndose fuera, monta alegre en su camello camino de la Esfinge que, seguramente, polvera a visitar a la luz de la luna. Luego, atravesando unos veinte kilómetros de arenoso desierto, llega a Menfis, pasando por las hermosas plantaciones de palmeras que se levantan1 en este mismo punto, testigo en otro tiempo del hallazgo del niño Moisés, cuya casa estaba en este lugar, en los días en que Menfis era una ciudad! inmensa. Uno de los más admirables viajes es el que emprende el turista saliendo de El Cairo para entrar de nuevo en la misma ciudad, cual si fuera otro mundo.
Pero no es El Cairo, aun con las pirámides, lo que más impresiona al viajero que por vez primera llega a Egipto. Siente salir de él, se alegra al pensar en su regreso a la misma ciudad, aunque nunca se atreve a manifestar su pensamiento. Junto al punto en que ella se levanta hállanse también grandes ciudades cosmopolitas. Tomando el tren, que sale de El Cairo a las siete y media de la tarde, llega a las ocho y media de la mañana siguiente a Luxor; entonces el viajero se imagina que se halla en otro mundo.
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