Totmés III, la reina Hatshepsut y Ramsés II, tres grandes figuras egipcias
Poco se sabe de la historia de Egipto en el tiempo de los reyes pastores, pues los monarcas de entonces, que eran de raza extranjera, destruían más que erigían monumentos. Pero cuando esos hicsos, o reyes pastores, desaparecieron, muchos nombres famosos de constructores y soldados surgieron durante los años en que los hijos de Israel vivieron en la tierra de la esclavitud. Se cuenta entre ellos Totmés III, que ordenó erigir e inscribir algunos de los mayores obeliscos conocidos.
Una de estas agujas se levanta hoy en Londres y otra en Nueva York. Totmés III fue uno de los primeros reyes de Egipto que llevaron la guerra al otro lado del istmo, contra los pueblos montañeses de Siria y del valle de los dos caudalosos ríos, el Tigris y el Eufrates, allende el desierto.
Hubo también una gran reina, Hatshepsut, que envió numerosas expediciones interesantísimas, por cierto, para descubrir países desconocidos, de los que le hicieron una relación acompañada de hermosas ilustraciones, que se grabaron en las paredes del magnífico templo que edificó cerca de Tebas, en Deir el-Bahari, descubierto en 1841. La reina era representada en todos sus retratos, esculpidos en bajos relieves murales, o en sus estatuas, con barba y ropajes masculinos, a los cuales recurría para acentuar su majestad y su temple dominador. Muchos siglos después de la muerte de esta mujer singular, vivió Ramsés II, de quien hablan las Sagradas Escrituras. Durante su reinado afrontó el serio problema que creó a Egipto la casi prodigiosa multiplicación de los descendientes de Jacob. Todavía puede verse el rostro del faraón en grandiosos monumentos de piedra que erigió; y más admirable es aun su momia, que se halla en una vitrina del museo de El Cairo. Así, las facciones que muchos contemplaron con terror, y quizás entre ellos, cuando niño, Moisés, exhíbense hoy después de tres mil años de la muerte del gran rey. Los templos construidos por esta dinastía de reyes eran sencillamente magníficos. Hállanse entre ellos las macizas ruinas de Karnak y de Luxor, cerca de Te-bas. Podemos ver, en el museo antes citado, algunos ladrillos egipcios, tales como los que fabricaban los esclavos israelitas para la construcción, de los edificios destinados a almacenes, bajo la severa inspección de sus amos, y collares y joyas tales como los que cogieron cuando saquearon a los egipcios.
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