Busque por acá en qué se le haga merced
Aceptó un puesto de alcabalero y comisario de acopios y provisión de víveres; recorrió así Andalucía y la Mancha y sus pueblecillos pintorescos que le miraban como enemigo por lo duro y antipático de sus funciones. Estos viajes y trabajos le proporcionaron un hondo conocimiento de la sociedad de su época que, con su ingenio portentoso y sagacidad natural, aprovecharía sin desperdicio para dar, con el correr de los años, un trasunto fiel de la misma.
Tenía 43 años y tal era la pobreza a que llegó, que pide al rey Felipe II cargo vacante en América: ya sea como contador en Nueva Granada, o bien como gobernador en Soconusco, contador de las galeras reales de Cartagena o corregidor en La Paz. Hiere nuestra sensibilidad oír su voz entre dolida y lastimera, que solicita cualquiera de esos puestos, no importa sea México o Perú el destino. Al año siguiente, al pie de su petición, el soberano escribió: “Busque por acá en qué se le haga merced”.
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