Cervantes preso por cobrarse un anticipo del sueldo
Sus negocios particulares y su empleo de recaudador le provocaron notorios sinsabores. Él buscó con ansiedad una ocupación lucrativa, que lo libertara del empleo del tiempo, para poder escribir. Pero el destino no le quiere dar esa oportunidad en la paz de la vida hogareña; le ofrece otra alternativa, y él la acepta: vuelve a ser recaudador de impuestos, y por ello se ve encarcelado una o dos veces en Sevilla y otra vez en Castro del Río. En la casa del alcalde Medra-no, en el pueblecillo de Argamasilla de Alba, Cervantes, prisionero como en Argel, tuvo tiempo de sobra para meditar y escribir las escenas de El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, en las horas interminables del encierro. Investigaciones asaz severas y responsables prueban la completa inocencia de Cervantes. Sus prisiones se fundaban en la severidad de los trámites burocráticos y de las penas a los funcionarios negligentes, a quienes se castigaba con encierro preventivo por ser remisos en las rendiciones de cuentas. En esa época el Estado le debía por 276 días de trabajo, a razón de doce reales diarios, la suma de 112.608 maravedises. Él se tomó de las recaudaciones un anticipo a cuenta de sus sueldos. ¿De qué habría vivido, de no hacerlo así?
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