CRISTÓBAL COLÓN: El descubridor


Singular destino el de Colón, un hombre que por sus propios merecimientos alcanzó uno de los puestos más prominentes de la Historia; corrió riesgos y soportó desventuras sin desfallecer jamás, y sostenía firmemente, a través de la incomprensión y los desdenes de los grandes, la fe en la propia idea aunque todos cuantos le rodeaban sólo veían en ella una utopía, cuando no la creación de la afiebrada mente de un loco. Si bien no fue un sabio, los poderes de la intuición, las profundas reflexiones, suplieron en él las fallas del saber hasta permitirle llevar a cabo una de las empresas más arriesgadas que hombre alguno haya acometido. La gloria y los honores que con ello obtuvo los perdió en vida en parte por la ingratitud de aquellos a quienes sirviera, en parte por su propia impericia como gobernante de las tierras que descubrió aunque nunca supo que se trataba de un Nuevo Continente. No puede precisarse con toda seguridad la fecha de nacimiento de Colón pues son muy deficientes los datos que de aquella época se conservan; pero el año de 1451 es fecha generalmente aceptada. Nació pues, Colón, cuatro años antes de que se imprimiese el primer libro, en la sonriente Génova, que si hoy día es sólo una ciudad, constituía a la sazón por sí, todo un Estado, como otros muchos centros italianos. Fue su padre un pobre cardador de lana; y, como el hijo de Cristóbal hubo de escribir más tarde, una noble prosapia no le hubiera dado más lustre que la honradez sin tacha de su progenitor, quien procuró a su hijo la mejor educación posible, y se cree generalmente que lo envió a Pavía, donde existía una universidad (que aún se conserva) para estudiantes pobres.

Los días de su juventud transcurrieron en empresas aventureras, realizó viajes comerciales en la navegación de cabotaje, y varias veces luchó contra los piratas. Ayudó a saquear y apresar los galeones venecianos; peleó denodadamente contra los feroces corsarios de Berbería, de los que damos noticia al relatar la vida de Cervantes. En uno de aquellos combates, incendióse su propia embarcación, y Colón, para escapar de la muerte, tuvo que arrojarse al agua y recorrer a nado cerca de seis millas, sostenido por un remo, antes de llegar a tierra.