LA GRAVITACIÓN UNIVERSAL
Todos los cuerpos del Universo están animados de movimiento. Ninguno puede permanecer absolutamente en reposo, pues siempre, de una u otra manera, ejecutan algún movimiento. Podríamos pensar que cuando estamos cómodamente sentados, hemos dejado de movernos; sin embargo, la Tierra nos está llevando por el espacio a gran velocidad. Los hombres de ciencia intuyeron que el movimiento de los astros y estrellas no podía ser caprichoso ni abandonado al azar, sino que, por el contrario, sospechaban que alguna razón gobernaba tales movimientos. Tras muchos años de observación y estudio pudieron comprender algunas de las leyes que siguen los cuerpos al moverse. Podríamos nombrar a muchos científicos que en ardua labor siguieron, noche a noche, el movimiento de los planetas con el afán de comprender a qué ley obedecían. Así, Kepler logró enunciar tres leyes muy importantes, luego de descubrir que los planetas se mueven con una velocidad que depende de la distancia a que se hallan del Sol. Los cálculos y pormenores de estas leyes son bastante complicados y por ahora no pueden ser objeto de nuestro estudio. No hay entre ellas clara conexión; son simplemente tres hechos observados por Kepler, tocantes al movimiento de los planetas, y que apuntó a continuación uno de otro. Pero cuando Newton, con su inteligencia todavía más poderosa, consideró tales hechos, vio qué en ellos se ocultaba la ley de gravitación universal, a la cual obedecen todos.
A la gravitación se deben, sin duda, la mayor parte de los movimientos que se observan en el mundo; es la ley del equilibrio universal. Sería, en verdad, maravilloso que la gravitación mantuviera el equilibrio entre todos los cuerpos que componen el Universo, si éstos se hallasen en estado de reposo; pero es el caso que sé mueven, manteniéndose, no obstante, entre ellos el equilibrio. Valiéndonos de esa ley de Newton podemos explicar los movimientos de todos ¡Los cuerpos por medio de un solo principio fundamental, que lo mismo es aplicable al movimiento de una manzana que cae del árbol, como al de la Luna en torno de la Tierra, o al de ésta y los demás planetas alrededor del Sol.
Así, pues, la distancia no destruye la efectividad de esa ley grandiosa, en virtud de la cual toda porción de materia en el Universo atrae a otra porción cualquiera con una fuerza que depende, de un modo perfectamente! definido, de la cantidad de materia sometida a la atracción y de la distancia. Si fuese necesario demostrar que el Universo es realmente uno, esa ley sola sería suficiente para concretar tal demostración.
Ahora bien, es de suma importancia el saber si hay alguna cosa capaz de alterar o cambiar los efectos de esa ley. Ya hemos visto que la distancia no la anula; pero, si volviendo a la Tierra estudiamos los efectos de la gravitación en un laboratorio ¿podremos acaso observar alguna alteración?
Muchos sabios en tiempos recientes han dedicado toda su vida al examen de este asunto.
¿Qué ocurrirá, por ejemplo, si colocáramos alguna cosa entre dos cuerpos, a manera de pantalla? ¿Quedaría interceptada la gravitación como ocurre a la luz, o es aquélla una fuerza para la cual no hay obstáculos? El resultado obtenido después de pacientes y minuciosos estudios, permite contestar que la gravitación que obra entre dos cuerpos es siempre la misma sin que en nada resulten alterados el peso ni el movimiento consiguiente, sea cual fuere la naturaleza del obstáculo existente entre ellos.
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