Cómo la observación del balanceo dé la lámpara de una iglesia contribuyó al progreso del genero humano
Actualmente, o sea tres siglos después del descubrimiento de la gravitación; tan sólo podemos decir que, si bien hemos demostrado la exactitud de la ley formulada por Newton y su independencia de cuantas circunstancias puedan imaginarse, de la causa de la gravitación no sabemos más de lo que sabía aquel físico, y adviértase que éste sabía muy poco más que lo que sabemos nosotros.
Era natural que empezáramos por las leyes del movimiento formuladas por Newton, para mencionar luego las de Kepler, o sea las leyes del movimiento planetario, ya que éstas sirvieron de fundamento a la gran ley de la gravitación. Pero no debemos olvidarnos de rendir debido homenaje al verdadero iniciador de todas estas investigaciones. Tal fue el ilustre Galileo, a quien consideramos sobre todo como astrónomo, y que figura, en efecto, entre los más grandes que ha habido.
Sin embargo, la mayor parte de sus descubrimientos astronómicos son debidos a aquella ingeniosidad que le permitió inventar el telescopio. Gracias a ese mismo ingenio, ideó muchos experimentos de tanta importancia que con razón ha podido decirse que “la ciencia del movimiento empezó precisamente con Galileo”.
Del techo de la catedral de Pisa pende; en la actualidad, como pendía en tiempo de Galileo, una espléndida lámpara de bronce que, dada la gran longitud de su cadena, se balancea.
Diez y nueve años tenía Galileo cuando un día, contemplando aquella lámpara, se le ocurrió colocar un dedo de la mano sobre el pulso de la otra, y valiéndose de este reloj natural, averiguó que el balanceo u oscilación de la lámpara, se efectuaba siempre en el mismo tiempo, cualquiera que fuese la amplitud de las oscilaciones. Este descubrimiento fue de los más importantes en la ciencia del movimiento, y Galileo le dio una aplicación práctica, cincuenta años después, construyendo un reloj cuyo movimiento dependía del continuo balanceo de un péndulo.
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