Por qué oscila el péndulo y la ley que lo gobierna
Merece que nos fijemos en uno o dos puntos relativos al balanceo de un péndulo. En primer lugar tenemos el gran descubrimiento de Galileo relativo a la constancia de las oscilaciones para un péndulo de longitud determinada; y en segundo lugar, debemos averiguar de dónde proviene el movimiento.
Cuando el péndulo se halla en reposo, su extremo libre se encuentra lo más cerca posible del centro de la Tierra; por lo tanto, la fuerza de gravedad queda equilibrada o contrarrestada por la tensión que soporta el hilo del péndulo. Pero si lo desviamos de dicha posición, tal equilibrio se altera y el péndulo comienza a oscilar. Podríamos preguntar: ¿Por qué? Cualquiera puede estudiar ese asunto teniendo en la mano un cordel a cuyo extremo esté atado un peso. Desde luego nos haremos cargo de que, cuando el peso se halla en un punto extremo de la oscilación, la fuerza de gravedad lo obliga a caer; y al caer obedecerá a las leyes que rigen la caída de los cuerpos -de las cuales trataremos luego- moviéndose a cada instante más de prisa, hasta que llega al punto más bajo, pero sin detenerse en él, como hubiéramos podido suponer. Y no se detiene, porque al caer ha adquirido cierta cantidad de energía o movimiento que le permite continuar su carrera más allá de dicho punto y levantarse por el otro lado venciendo la atracción de la Tierra, repitiéndose la operación en sentido contrario, pero cada vez más despacio, y acaba por detenerse.
La potencia que contiene el péndulo es la que se le comunica al levantarlo o empujarlo hacia un lado, puesto que no la tenía cuando se hallaba en reposo, y de la nada no podía recibirla. El más leve impulso basta para que empiece el balanceo; y siendo así se nos ocurre preguntar qué es de esa insignificante cantidad de energía adquirida por el péndulo al tocarlo. Ahora bien; sabemos que nada se pierde, y puesto que el péndulo acaba por pararse, es preciso que demos cuenta de la fuerza que ha iniciado el balanceo, por pequeño que haya sido éste. Esta fuerza se gasta como la de una pelota lanzada por el aire o que rueda por el suelo; la consumen el rozamiento en el punto de suspensión del péndulo y la resistencia del aire. Por lo tanto, si fuera posible construir un péndulo que estuviese suspendido de manera que no hubiese rozamiento y que pudiera oscilar en el vacío, en vez de hacerlo en un medio resistente como es el aire, oscilaría sin detenerse jamás. No habría motivo para que se gastase la potencia adquirida, y por consiguiente la conservaría indefinidamente.
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