EL RENACIMIENTO EN LA ARQUITECTURA


La iniciación de la Edad Moderna (1453) se caracterizó por el conocimiento de la brújula y de la pólvora en Occidente, por la invención de la imprenta y por los descubrimientos geográficos que dieron a Europa el conocimiento y el dominio de América y Oceanía. A la vez, en Italia, frente a lo expresado, que significaba lo nuevo, se volvió a lo antiguo en las artes plásticas y en el estudio de las letras y de la filosofía. Este movimiento fue denominado humanismo; y la contemplación de las formas que usaron griegos y romanos se llamó renacimiento. Así, invenciones científicas y descubrimientos geográficos se realizan en coincidencia con un cuadro de exquisita belleza plástica representado por el renacer de la pintura, de la escultura y de la arquitectura, que tuvo su desarrollo más importante en Italia durante los siglos xv y xvi, y que luego se extendería por Francia, Flandes (la Bélgica de nuestros días), Alemania, Inglaterra y España.

Por el mundo corría entonces un aire renovador, los tiempos de inseguridad y miedo, de vida aislada en castillos, habían terminado; todo podía ahora comunicarse a través de un mundo que ya no resultaba hostil. Los tiempos del Renacimiento ofrecen dos aspectos singulares en lo que respecta a la obra artística.

En primer lugar, los artistas plásticos solían ser hombres interesados en el progreso de la cultura y, a su vez, dominaban varios oficios. Eran, al mismo tiempo que pintores, escultores y arquitectos. Miguel Ángel Buonarotti fue escultor, pintor y arquitecto, y, además, fino poeta. Rafael Sanzio fue pintor y arquitecto. Y Leonardo da Vinci, el genio mayor de la época, pintor, escultor, dibujante, arquitecto y urbanista, matemático e inventor de máquinas.

Por otra parte, la riqueza que la industria, el comercio y la banca brindaron a muchos señores de las ciudades los llevó a representar el noble papel de protectores de la cultura y del arte. A éstos los denominamos mecenas, en recuerdo de Cayo Cilnio Mecenas, amigo del emperador romano Augusto, generoso protector de los creadores de la cultura de su tiempo. Merecen señalarse, entre estos mecenas del movimiento artístico y cultural, los papas Julio II y León X, y entre otros señores más, los Médicis, en Florencia; los Sforzas, en Milán, y los Gonzagas, en Mantua.