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LA LUCHA CONTRA LA ADIVINACIÓN Combatir estas necedades con citas teológicas de los Santos Padres, o con razones de filosofía y sentido común, es superfluo. Los sectarios son locos o tontos de remate, aunque han adolecido de esta enfermedad sujetos al parecer cuerdos, y en otros asuntos discretos y sabios. El mejor remedio es la fustigación moral y social por medio de la sátira y del ridículo, con que se curan varias locuras sociales. El que no se enmiende y abjure en vista de la prohibición divina, arriba citada, no se corregirá ni convertirá por citarle a Santo Tomás. Ni las censuras de la Iglesia, ni la sanción de las leyes civiles han sido suficientes para impedir que fanáticos, tontos y supersticiosos quisieran saber el porvenir, cuando ni aun acertaban con lo presente. El Concilio Iliberitano prohíbe ya varias supersticiones y el encender cirios en los cementerios e inquietar los espíritus de los santos. Poco después el de Ancira prohíbe las adivinaciones (can. 24). San Jerónimo declara que siempre se deben echar a mala parte. Aun en materia de revelaciones, aconseja Santa Teresa, gran maestra en este asunto, que se desconfíe de ellas, porque casi todas son falsas y es triste cosa “buscar una verdad entre cien mentiras”.
2014 - Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano Siglo XIX. Aviso Legal