ADIVINACIÓN
LA ADIVINACIÓN EN LA BIBLIA
Moisés enumera varias especies de supersticiones adivinatorias a que se dedicaban los israelitas al tiempo de salir de Egipto, unas que habían aprendido en aquel país altamente supersticioso, otras que les venían de raza. Ya Raquel había robado a su padre Labán los ídolos que servían para la adivinación. Faraón tenia sus adivinos, pero Josef les supera en adivinar los sueños. Los magos y adivinos de los Faraones quedan burlados por la superioridad de Moisés, criado entre ellos y en sus palacios.
El mismo, para evitar la idolatría y superstición a que tan propensos eran los israelitas, ofrece que en vez de agoreros y adivinos les proporcionará verdaderos profetas de su propia raza: “Prophetam de gente luce”, contraponiendo así el profeta verdadero, a quien Dios revela el porvenir, con el adivino, que obra por superstición, teurgia, cálculos necios o superchería, que de todo había y hay.
Las seis clases que el Deuteronomio condena son:
1° Lustradores, que purificaban por agua y fuego.
2° Ariolos, consejeros por oráculo.
3° Agoreros, por el aire, sueños y signos naturales.
4° Hechiceros, (maleficia), que dañaban por la vista u otros medios, como los pretendidos jetatores, a los hombres y a las bestias y plantas.
5° Encantadores, que enloquecían o adormecían.
6° Pitones y pitonisas, que predecían el porvenir con cierta especie de demencia y furor sagrado, y finalmente los divinos o adivinos.
Eran éstos delirios orientales, procedentes de la India, Asiria, Persia y Egipto. A pesar de la prohibición de Moisés, los israelitas fueron siempre muy propensos a estas supersticiones y las aumentaron.
Apenas había pueblo en que no hubiera vidente o adivino, Saúl sale a buscar unas burras que se habían extraviado, y no pudiendo hallarlas, pregunta a unas mozas de cántaro por el vidente, como podía preguntarlas por el médico o el albeitar.
El oficio debía ser lucrativo, pues Saúl antes de preguntar por el adivino reconoce el estado de su bolsillo. El mismo Saúl, que había pasado a cuchillo multitud de videntes, pitonisas y adivinos, la víspera de su muerte comete la torpeza de ir a consultar a una pitonisa, la cual a su ruego evoca la sombra de Samuel, o su mismo espíritu invisible para el rey. Samuel le increpa y le predice su derrota y muerte al día siguiente, como sucedió en efecto.
Puede verse el gran Diccionario de Calmet en la palabra Tephilim, donde describe con gran copia de erudición estas evocaciones.
Por ese motivo se equivocan mucho los que en las supersticiones del fanatismo espiritista no quieren hallar más que escamoteos y fantasmagoría. Que los materialistas y positivistas lo quieran explicar así, dados sus errores y negaciones, se comprende, pues algo han de decir; pero el católico que admite la revelación y lo sobrenatural, y la autenticidad de la Biblia, no puede, sin incurrir en grave error, reducirlo todo a meros artificios, y no reconocer que hay en ello malignidad diabólica y teurgia.
La adivinación en la Biblia
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