UNA FAUNA QUE NUNCA EXISTIÓ
Hoy en día todos sabemos que la existencia de los dragones, sirenas y otros animales fantásticos sólo puede tener cabida en ficciones nacidas de la imaginación de los escritores y poetas. Sin embargo, hubo una época en que la presencia de estos seres sobre la tierra no sólo no era discutida, sino que aun hubo quien se arriesgara a dibujarlos, añadiendo la imagen a la pintura oral que de ellos hacían aquellos viajeros o personajes que pretendían haberlos visto.
Como en otros aspectos de la vida del mundo y de los seres que lo pueblan, sólo el desconocimiento total o parcial pudo engendrar semejantes fantasías. La limitación de los medios de que disponía el hombre, en épocas lejanas, hizo que éste se sintiera infinitamente pequeño frente a obstáculos y alternativas que hoy, gracias al progreso que ha alcanzado la ciencia, nos parecen fácilmente comprensibles y explicables.
Ese sentimiento de pequeñez e impotencia del hombre antiguo contribuyó enormemente a que buscara una solución fuera de lo natural para todo aquello que escapaba a los recursos de su intelecto y de su técnica. Es lógico pensar, entonces, que el hombre europeo, limitado además por el poco conocimiento que tenía del resto del mundo, modificara con tintes de fantasía todo cuanto observaba en sus primeros y arriesgadísimos viajes marítimos fuera de las aguas que bañaban su continente.
Así nacieron las figuras tremendas y extravagantes de esos seres imposibles. Pero no paró allí el esfuerzo imaginativo del hombre, sino que entretejió una serie de leyendas y supuestos hechos reales en torno de esa fauna que nunca existió.
La ignorancia de los contemporáneos permitió que subsistieran esos relatos tan poco verídicos, que se transmitieron por generaciones hasta que el velo del error fue descorrido por las conquistas de los investigadores y los científicos, unidas al mayor conocimiento geográfico del mundo.
El hombre moderno ha rechazado con energía todo cuanto pudo haber sido creado por la sola imaginación de sus antepasados. Pero, con todo, no desdeña deleitar su mente con las creaciones literarias en que aparecen estos seres de pesadilla. Los personajes de las leyendas medievales, que combatían contra horribles dragones para librar del cautiverio a bellas princesas, o los arriesgados marinos que debían desoír el musical llamado de las sirenas para evitar que sus navíos se estrellaran contra los escollos, gozan aún de mucha popularidad en nuestros días.
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