El maravilloso fruto del esfuerzo y el ingenio humanos
La apertura de los grandes canales de navegación reporta al mundo incalculables beneficios. Por Panamá, Suez, la larga vía del San Lorenzo y la cortísima de Corinto, transitan diariamente millones de toneladas flotantes. Mercaderías, materias primas para la industria, alimentos, viajeros..., a través de esos puentes líquidos se establece un contacto efectivo entre todos los pueblos de la Tierra, que se acercan y vinculan en una forma real y práctica, facilitándose el intercambio comercial, cultural y artístico. El canal de navegación es esto y mucho más: es la expresión típica del hombre civilizado en su noble afán de afirmar el dominio de la inteligencia sobre las ciegas fuerzas de la Naturaleza.
Aún resalta más la importancia de los canales, cuando se miran las ingentes sumas que se han invertido para construirlos. El que los hombres lo hayan hecho indica el gran valor que les atribuyen. Si queremos hallar la razón de todo ello, consideremos, por una parte, los largos viajes que los barcos tendrían que realizar, en caso de no haberse aquéllos abierto, y tengamos en cuenta, en segundo lugar, que el transporte marítimo de mercaderías es el medio que permite mover mayor volumen de éstas con gastos menores. Aunque los costos de construcción de un canal son mayores que los de una carretera o una vía de ferrocarril, la amortización del capital invertido es muy superior, lo que, a la larga, compensa satisfactoriamente los sacrificios realizados. No es, pues, el alarde técnico, ni son los motivos estratégicos, aunque puedan éstos haber influido como en el caso del canal de Kiel, las causas preponderantes de la construcción; el motivo ha sido siempre económico, aunque, como ya hemos indicado, el resultado también beneficie al hombre bajo otros aspectos más humanos, más nobles y, por lo tanto, más dignos de ser buscados y apetecidos como digna corona del trabajo y el ingenio puestos al servicio de la humanidad.
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