El primer vapor de Fulton y la burla de las gentes
“Cuando construía en Nueva York mi primer buque de vapor -dice-, el público veía mis trabajos con indiferencia, por considerarlos obra de un visionario. Mis amigos, a pesar de su cortesía, no podían reprimir ciertos gestos que denunciaban su incredulidad. A la ida y al regreso del taller en que se construía mi barco, se me ofrecía ocasión de escuchar las conversaciones de grupos ociosos, y ni siquiera una vez oí una palabra alentadora. Todo era mofa y desprecio hacia mi invento, denominado por todos la locura de Fulton.
“Por fin, llegó el día de la prueba; invité a un crecido número de amigos para que subieran a bordo y fueran testigos del éxito de mi empresa; algunos de ellos aceptaron mi invitación por deferencia; pero se comprendía fácilmente que lo hacían con repugnancia, pues temían tener que compartir conmigo mis desengaños, mejor que mi triunfo. Por lo que a mí se refiere, comprendía perfectamente que en el caso presente existían varias razones que me hacían dudar del éxito. La máquina era nueva y mal construida, como obra de mecánicos que desconocían semejantes trabajos, y con razón podían temerse dificultades imprevistas. Se acercaba el instante de poner en movimiento el barco; mis amigos formaban grupos sobre cubierta; la ansiedad y el temor los dominaban enteramente; estaban taciturnos y en sus miradas leía únicamente presagios de desastres, en tales términos, que yo mismo empezaba a arrepentirme de mis trabajos. s>Dada la señal, el barco se puso en marcha, pero se detuvo casi al instante. En aquel momento, murmullos de desagrado sucedieron al silencio precedente. Por todas partes oía frases como éstas: "ya decía yo que no podía marchar"; "es la empresa de un loco"; "mejor estaríamos fuera de aquí". Subí a la plataforma y supliqué a todos que se tranquilizaran y me concedieran media hora, durante la cual pondría el barco en movimiento o daría por terminado el viaje.
“Se me concedió sin dificultad lo que pedía. Bajé al interior del buque, examiné la máquina y descubrí que lo que impedía la marcha era una pieza mal ajustada. La arreglé; el barco se puso de nuevo en movimiento y recorrió 150 millas en 32 horas. Sin embargo, la incredulidad parecía como si temiese rendirse a la evidencia. Salimos de la hermosa ciudad de Nueva York; atravesamos los lugares románticos y siempre pintorescos de las tierras altas, descubrimos las casas agrupadas de Albany, y en ese lugar tocamos tierra.”
Así, pues, quedaba por fin descubierta rotunda y definitivamente la navegación de vapor.
Fulton murió en 1815, el mismo año que Jouffroy volvía a Francia. El barco de vapor de Roberto Fulton fue botado en 1807. Diecinueve años antes, un mecánico escocés, Guillermo Symington, había construido también uno en Escocia, pero no tuvo éxito. Veamos lo que sucedió.
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