Ríos de aguas heladas y ríos de agua hirviente


Todo fue bien al principio. No tardaron, sin embargo, los del lado italiano en experimentar dificultades imprevistas. Se encontraran con tierras blandas y terrenos desprendidos, en donde creían hallar rocas duras. Intentaban consolidarlos mediante enormes maderos; pero éstos eran al punto aplastados. Recurrieron entonces a vigas de acero; mas la presión por arriba y por los lados era tan formidable, que aquellas vigas se torcían como si hubiesen sido alambres; fue preciso aplicarles un revestimiento de hormigón.

Los operarios se encontraron luego con un río subterráneo, cuyas aguas eran sumamente frías y que inundó las galerías a razón de unos 65.000 litros por minuto.

Los obreros llevaban trajes y bolas impermeables, pero estaban siempre chorreando, con agua hasta las rodillas y en peligro de ahogarse. Hubo que establecer entonces un sistema de drenaje para evacuar las aguas de ese río, y al cabo de seis meses se consiguió salvar el paso difícil.

Al poco tiempo, no obstante, las rocas que se estaban barrenando empezaron a ponerse muy calientes, manando de ellas grandes chorros de agua hirviendo. Tras el río de agua fría, se encontraron con otro que se infiltraba por entre rocas, cuya temperatura era abrasadora, y que invadía las galerías a razón de cerca de 1.300.000 litros de agua por hora. A ninguno de los que estaban allí se le ocurrió que las obras debieran interrumpirse, si bien a la gente de fuera le pareció que sería necesario renunciar a la empresa. También los del lado suizo se habían encontrado con rocas y con agua caliente, de manera que se empleó el mismo procedimiento en ambos lados del túnel. En el extremo suizo se instalaron poderosas máquinas que conducían agua fría •desde fuera hasta la superficie abrasadora de las rocas, y de este modo se consiguió enfriar dicha superficie, así como el agua que manaba por sus grietas. También se empleó esa agua fría, en forma de pulverización, para refrescar el ambiente.

El procedimiento dio buenos resultados por el lado suizo, hasta que una gran tempestad provocó un desprendimiento de tierras, quedando cortada la canalización de agua. Como el agua caliente continuaba manando, los ingenieros tuvieron que levantar, de parte a parte del túnel, puertas de hierro de enorme resistencia; con esto, hasta cierto punto, se logró que quedase interrumpida la corriente de agua caliente y que los hombres pudiesen continuar edificando los muros de contención en todo el resto del túnel. Tuvieron, pues, que cesar los trabajos de excavación, y se aguardó a que los que avanzaban por el lado italiano consiguieran abrirse paso.

Estos proseguían tenazmente su tarea; y para facilitarla se valieron de uno de los ríos para contrarrestar al otro. El río de agua fría se utilizó para alimentar las bombas y contribuir al enfriamiento de las rocas.

Poco a poco fueron avanzando hacia el punto en donde esperaban franquear la última barrera, quedando efectuada la apertura del túnel. Conocían exactamente la posición de ese punto en el que debían encontrarse con los que trabajaban por el lado suizo y habían seguido, durante varios años, lo que les parecía ser una línea recta. ¿La habían seguido, efectivamente, o acaso se habían apartado?