LA PASTILLA DE CHOCOLATE
Cuando en 1516 los españoles conquistaron a México, tuvieron ocasión de observar la enorme importancia que al árbol del cacao se concedía allí, ya que los aztecas empleaban sus semillas como monedas. En efecto, sus unidades monetarias eran el countle, el xiquipil y la carga, con un valor de 400, 8.000 y 24.000 semillas de cacao respectivamente. Además, con ellas preparaban una bebida muy semejante al chocolate de hoy, aunque no entraba en ella el azúcar, y raras veces la miel y las especias. Únicamente el pueblo mezclaba el cacao con mucha harina de maíz, para abaratarlo.
Cuenta Antonio de Solís, en su Historia de la conquista de Méjico, que el emperador Moctezuma “al acabar de comer tomaba ordinariamente un género de chocolate a su modo, en que iban la sustancia del cacao, batida con el molinillo hasta llenar la jicara con más espuma que licor”, y tal dice porque los españoles consideraron, en un principio, más un licor reconfortante que un alimento al chocolate.
Según una antigua leyenda azteca, Qualzalcoult, jardinero del edén donde vivieron los descendientes del Sol, trajo a la Tierra las semillas del cacao, para procurar a los hombres un manjar que era propio de los dioses: el chocolate. Tal vez Linneo conoció esta leyenda cuando dio el nombre de Theobroma al género de plantas a que pertenece el árbol del cacao, ya que esta palabra significa, en griego, manjar de Dios o de los dioses.
Existen nueve especies de Theobroma, pero solamente la denominada Theobroma cacao y sus variedades son objeto de intenso cultivo.
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