De animales como la vaca, la oveja y el cerdo nada se desperdicia


El ejemplo más asombroso de utilización de derivados lo tenemos en los grandes mataderos modernos. En algunos de ellos se emplea hasta el peso de los animales. En efecto, antes de sacrificarlos se los hace subir a la parte más alta del establecimiento, y las reses muertas adquieren así una energía potencial que se aprovecha para irlas deslizando de sección en sección, mientras se las faena.

La carne se destina a la alimentación; con los cueros se fabrican guantes, ropas y calzados; de los cuernos y las pezuñas, cola para pegar, botones y peines, y la grasa se utiliza para producir jabón y glicerina. Las cerdas o pelos gruesos de los porcinos son magníficos para hacer cepillos para dientes y tocador, y los de calidad inferior sirven como fertilizantes agrícolas. La grasa de oveja proporciona sebo para moldear velas, siendo usado el de baja calidad en la fabricación de grasa para ejes. Con la grasa de los vacunos se hace oleomargarina, sustituto de la mantequilla. Con la sangre de algunos animales se preparan embutidos, o bien se la seca, obteniéndose así un nutritivo alimento para las aves de corral.

La gelatina, que vemos en ciertos fiambres y postres, se obtiene de los huesos, tendones, cueros, astas y pezuñas de algunos animales, a través de una serie de procesos de refinación. También de los huesos, calentándolos en el vacío, se obtiene el carbón animal, que sirve para purificar el azúcar.

De las vísceras se extraen productos medicinales, tales como la insulina, usada en el tratamiento de la diabetes; la pepsina, indicada en trastornos digestivos; los extractos de bazo y de tiroides, etc. Con los intestinos de oveja se hace el catgut, hilo que utilizan los cirujanos para coser las heridas, y las cuerdas para los violines. El arco de este instrumento se fabrica con largas cerdas de caballo.