Dos perros, Becerrillo y Leoncico, en la conquista de América


En la historia de América se citan curiosos ejemplos, que parecen indicar lástima y discernimiento en los perros que se introdujeron en aquellos países, en tiempo de la conquista. Cuéntase de uno, llamado Becerrillo, alano, muy desarrollado, y de tan estrafalaria apariencia como vivaracho y despierto, que distinguía a los indios mansos de los rebeldes, con solamente verlos.

Una vez le mandó su amo en busca de una vieja que se había fugado y de quien recelaba traición. Cuando ésta se vio alcanzada por su perseguidor, se arrojó al suelo, bañada en lágrimas e implorando perdón; y fue tanta la lucidez de Becerrillo y su nobleza, que desistió de hacer daño alguno a la anciana, y con muestras de compasión la acarició, y se retiró poco después.

Este perro de tan extraordinario instinto murió en una acometida contra los caribes, herido por una flecha envenenada, dejando un cachorro, llamado Leoncico, que acompañó a Balboa en todos sus encuentros con los indios del istmo de Panamá, y le sirvió de guía, librándole de emboscadas y ataques inesperados.