Algunos bellos ejemplos de cariño, abnegación y fidelidad


Mas no es esto sólo. Innumerables son los ejemplos de cariño, abnegación y fidelidad que nos han dado los animales. Bastará a nuestro propósito citar los casos siguientes.

En Bélgica, durante el invierno de 1867, fue sorprendido por una copiosa nevada un niño de seis años, que hubo de quedar sepultado bajo la nieve. En su casa había un perro que lo quería mucho, y que hizo en favor de la víctima mucho más que cuantos salieron en su busca. El afecto que tenía a su compañero de juegos ayudó al instinto del animal y lo guió al sitio en que estaba su amiguito, donde, a fuerza de escarbar y apartar la nieve que lo cubría, lo libró de una muerte segura.

Montaigne cita dos ejemplos tomados de la antigüedad, refiriendo el caso histórico de perros que murieron de tristeza al perder a sus amos: “Hircano, perro del rey Lisímaco, al morir éste permaneció obstinadamente sobre su lecho, sin querer comer ni beber, y el día que se efectuó la erenpación del cuerpo del rey, se lanzó a la ¡misma hoguera, y en ella pereció abrasado. Lo mismo hizo el de Pirro: no quiso salir de debajo del lecho de su amo, y cuando transportaron el cadáver para quemarlo, arrojóse también al fuego”.

Es tal el instinto benéfico que hay en los animales, que muchas veces puede igualarse al del hombre más abnegado, y aun superarle en su esfuerzo. Los dos siguientes casos dan fe de lo que acabamos de decir. En el año 1874, un perro de Terranova salvó la vida, en las playas normandas, a catorce personas, sin que apenas estuviera adiestrado en tal ejercicio.

También otro perro, en un incendio ocurrido en Alcobas, pueblo de la provincia de Ciudad Real, España, salvó la vida a una criada, amiga suya, que dormía profundamente, aullando y arañándola hasta despertarla.