DESARROLLO Y APOGEO DEL SÉPTIMO ARTE
El desarrollo del cinematógrafo durante la primera mitad del siglo xx ha sido uno de los fenómenos más interesantes de esta época revolucionaria.
Parece que las tres etapas decisivas en la invención del cinematógrafo fueron: el fusil fotográfico de Jules Étienne Marey (1882); el teatro óptico de Émile Reynaud (1888), que intentaba reproducir la ilusión de la vida y creaba la perforación de la película, y, por último, el “cronofotógrafo” de Demey (1892). Al propio tiempo, en Norteamérica, Muybridge y luego Edison hacían experimentos similares y obtenían resultados muy satisfactorios.
Coordinando los trabajos de sus predecesores, los hermanos Louis y Auguste Lumiére hicieron patentar, el 13 de febrero de 1895, el primer aparato de proyección cinematográfica, merced al cual, el 22 de marzo de 1895, pudo efectuarse en la “Société d'Encouragement pour l'Industrie Nationale”, de París, la proyección de la Salida de las fábricas Lumiére en Lyon-Montplaisir, que auténticamente es el primer filme cinematográfico, como su autor, Charles Moisson, es el primer operador.
Las primeras proyecciones públicas y de pago tuvieron efecto en los sótanos del Grand Café, sito en el número 14 del bulevar de los Capuchinos, el 28 de diciembre del citado año. El programa, que duraba veinte minutos, estaba compuesto de la Salida de las fábricas de Lumiére, La llegada de un tren a la estación de Ciotat, que, según dicen, produjo un pánico tremendo en el ánimo de los espectadores, y El mar embravecido, que excitó el entusiasmo por el “maravilloso verismo de este mar auténtico, tan lleno de color, tan movedizo”, como escribió el periódico Le Radical.
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