El rocío de sol y sus notables y curiosas hojas
Entre las especies vegetales más curiosas que crecen en los pantanos se cuenta el rocío del sol o drosera, llamado también rosoli. La flor de esta planta no ofrece gran atractivo, puesto que es blanca y menuda, pero sus hojas son verdaderamente notables. Existen diferentes especies de rocío del sol: unas tienen las hojas redondeadas; otras, en forma de espátula o lanceoladas y, algunas, filiformes. La primera citada tiene hojas redondas, y un pequeño rizoma, con raíces bastante escasas, las cuales apenas bastan para sujetar la planta al suelo en que vive.
No se nutre por medio de ellas exclusivamente, sino que emplea otro medio muy ingenioso para procurarse su alimento, como veremos más adelante. Alrededor de su rizoma brotan doce o más tallos largos, cubiertos de pelos, que sostienen las redondas hojas. Éstas no suelen tener más que centímetro y medio de ancho, en tanto que el pecíolo mide con frecuencia tres o cuatro centímetros de largo. En la redondeada superficie de la hoja existen multitud de prolongadas glándulas de color carmesí, provistas de un botoncito de cuyo extremo fluye un líquido claro y pegajoso que, cuando se trata de extraerlo, forma largos hilos, lo mismo que si fuera goma líquida.
Dicha sustancia brilla a los rayos del sol, de manera que salpicada con ella la roja superficie de las hojas, éstas no parecen tales, sino flores cubiertas de rocío. Cualquiera las tomaría por pequeñas anémonas, aunque probablemente no han de creerlo los infelices insectos que caen en ellas.
La actividad de las hojas de esta planta insectívora es provocada por la presencia de la presa, que la desencadena con sus movimientos para despegarse o por su propia composición química. Los tentáculos de las hojas de drosera se incurvan hacia la presa para retenerla en tanto se realiza la digestión de las proteínas del animal capturado. Si se pone en la hoja un trocito de mineral, como una piedrecilla, o alguna sustancia química del grupo del almidón, los tentáculos no se curvarán; sólo lo hacen en presencia de cuerpos que contienen proteínas y sus derivados.
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