El erguido tulipero, uno de los más hermosos árboles americanos, y el fresno, que posee madera de gran solidez y elasticidad


Gran parte de los árboles de origen americano poseen hojas de tan peculiar forma que no es fácil confundirlas con ninguna otra. Tal es el caso del hermoso tulipero, cuyas hojas pueden describirse como cuadradas en su general contorno, aunque con una profunda incisión en ambos lados y otra en la punta. Poco ha debido de cambiar su forma desde los tiempos prehistóricos. Cada hoja sale plegada del botón o retoño que la contiene, y envuelta en un tejido transparente de forma ovalada, el cual se abre para dejarle libre el paso, quedando ambas mitades de la envoltura durante algún tiempo en la base del largo pecíolo. Estas hojas están constantemente agitadas por un ligero temblor, a semejanza de las del álamo temblón, pues por tener pecíolo largo y lámina grande, el menor soplo de viento las mueve. Sus flores son hermosísimas, y aparecen en el extremo de las inclinadas ramitas. Su forma es muy parecida a la de los tulipanes, de color amarillo, vivo y brillante, con unos matices anaranjados y de un verde pálido en el fondo del cáliz. El tono verde y fresco del follaje, que rodea la flor, armoniza admirablemente, con ella y hace resaltar sus preciosos colores.

El tulipero es uno de los más hermosos huéspedes del este de los Estados Unidos de América. Durante la primera época de su vida, si tiene suficiente humedad y espacio, forma un cono casi perfecto desde la base hasta la punta de su follaje. Es famoso, además, por su recto y erguido tronco, que se eleva, como la columna de un templo, hasta considerable altura, sin desviarse de la línea vertical, por irregulares que aparezcan las ramas superiores. Los indios observaron ya esta circunstancia y se aprovecharon de ella, vaciando los troncos, de madera blanda y ligera, y sirviéndose de ellos como canoas. Los carpinteros y ebanistas designan generalmente con el nombre de madera blanda la del tulipero, y se sirven con frecuencia de ella en los lugares en que abunda este árbol, para la construcción de muebles y objetos que se han de pintar y barnizar luego, porque se talla y esculpe con facilidad a causa de su blandura. En la fabricación de carruajes también suele emplearse.

Hasta después de haber perdido el follaje, el árbol conserva su interés, porque entonces se descubren sus innumerables frutos en forma de cono. Al llegar a sazón, descubriremos que estos conos están constituidos por hileras superpuestas de frutitos alados. Si sopla algo fuerte la brisa, descenderán del árbol nubes de color amarillo, formadas por estos frutitos, que giran rápidamente sobre sí mismos hasta caer al suelo.

También se vienen al suelo revoloteando los frutitos del fresno, alados y en forma de remo. Hállanse suspendidos en grandes grupos, de las famas, las cuales forman una doble curva muy singular, y están provistas además de hojas divididas en numerosas y anchas hojuelas. Las flores son pequeñas, sin pétalos, y se encuentran reunidas en inflorescencias muy ramificadas. El fresno americano es propio de América del Norte. Por su solidez, elasticidad y blandura se trabaja con gran facilidad, y aún en nuestros días se obtienen de esta madera excelentes remos y resistentes mangos para diversos instrumentos. Por sus cualidades, se emplea también en la construcción de vagones de ferrocarril.