RARAS CRIATURAS DE UN MUNDO DESAPARECIDO
A fines do agosto de 1833, Darwin desembarcó del Beagle para explorar las pampas argentinas y se encontró, al momento, ante uno de los más sorprendentes descubrimientos de su histórico viaje. Cavando en las arcillas rojas de la planicie costera, desenterró los enormes huesos de una de las criaturas más bizarras que la Naturaleza pudo crear.
Eran monstruos, pues en la larga alborada de la prehistoria, no se desarrollaron en otras regiones de la Tierra, formas tan fantásticas. Los restos añadieron una nueva dimensión a los amplios horizontes del pensamiento darwiniano. En la jungla del Brasil, Darwin había atisbado los resultados de la selección natural en el mundo superpoblado de los insectos. En las islas Galápagos habría de descubrir cómo se desarrollan nuevas especies en aislamiento. Ahora, en las pampas, encontraba evidencias de la continuidad de la vida en la inmensidad del tiempo. Hoy la antigüedad de la Tierra está entre los conocimientos comunes; pero en tiempo de Darwin la Paleontología empezaba sus primeros pasos. La noción de que animales, desconocidos para el hombre, pudieran haber poblado la Tierra y desaparecer, chocaba con la creencia en la creación separada de las especies.
Darwin oía con frecuencia esta pregunta: Si las especies existentes han evolucionado a partir de especies extinguidas, ¿por qué los lechos fósiles no están llenos con innumerables formas transicionales? Y contestaba: «Debemos mirar a la corteza de la Tierra no como un museo bien abastado, sino como una colección recogida al acaso». Sabía que muchas especies murieron sin descendencia en la lucha por sobrevivir. Y sabía que las tierras del orbe emergían y se hundían, dividiendo unas veces las poblaciones, otras, creando puentes de tierra por los que los animales emigraban hacia nuevos hogares. Sorprendido por lo arcaico de la fauna sudamericana, conjeturó que el istmo de Panamá debió, en tiempos remotos, estar sumergido. Su inspiración ha recibido cabal confirmación. Sabemos que Sudamérica fue, durante 70 millones de años, una isla en la que las especies aborígenes evolucionaron en aislamiento. Luego emergió el istmo, precipitando la gran migración pleistocena. En la masacre de los invasores nórdicos sobre la población nativa, muchas criaturas notables desaparecieron para siempre, y emergieron muchas formas nuevas.
Los monos americanos difieren de los de África y Asia por el hecho de ser los únicos en todo el mundo que pueden colgarse por la cola. En ninguna parte como en América se ha desarrollado un mamífero tan poderosamente acorazado como el armadillo, ni ha evolucionado un gourmet tan bien adaptado a su alimentación preferida, como el desdentado oso hormiguero, con su nariz en forma de jeringa y su lengua de 60 centímetros.
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