Notable caso de un hombre que casi pereció sepultado por la lengua de una ballena
Se ha perseguido tanto a la ballena de Groenlandia, que ya está casi extinguida, y los gobiernos han tenido que prohibir su pesca; pero hay otras especies que son igualmente de un tamaño enorme, y cuya captura resulta también muy productiva. Una ballena que fue expuesta en Londres pesaba 240 toneladas; su cabeza tenía cerca de 7 metros; el espinazo, más de 20; y su cola, uno, con una anchura de más de 6. El peso de su carne llegó a 85 toneladas, y el de su esqueleto, a 35. Se sacaron 18.000 litros de aceite de la grasa, y 800 placas de la boca. Entre todas las ballenas, la mayor es la ballena azul, que llega a más de 30 metros de largo total. Se la denomina también rorcual gigante; tiene la aleta dorsal en forma de triángulo y a lo largo de su garganta y porción ventral anterior presenta de 60 a 100 surcos longitudinales. El cuerpo es de color gris claro y las barbas de un tono gris azulado. Esta ballena, a diferencia de la de Groenlandia, se acerca en sus migraciones hasta la misma zona ecuatorial, razón por la cual se la encuentra en los dos hemisferios.
En franco contraste con la ballena azul, tenemos la ballena pigmea, que recibe ese nombre por ser la más pequeña de las ballenas. Su longitud no pasa de 6 m.; posee una pequeña aleta dorsal, pero carece de surcos ventrales. Es de color negro y se la encuentra cerca de Australia y Nueva Zelanda.
En cierta ocasión se pescó una ballena en el Támesis, y la gente acudió luego a examinarla. La boca estaba sostenida con puntales, a fin de mantenerla abierta, y a un hombre se le antojó meterse dentro y andar sobre la lengua del cetáceo. Pero ésta, por efecto del calor, se había reblandecido de tal modo, que el infeliz, a los pocos pasos, empezó a hundirse en aquella especie de pulpa, que lo fue cubriendo más y más, hasta dejarlo casi sepultado. Hubo necesidad de acudir sin demora en su auxilio, con una pértiga, a la cual consiguió agarrarse, salvándose de este modo de una muerte segura. Por aquí podremos colegir el enorme tamaño de la lengua de la ballena.
Trataremos ahora de los cetáceos dentados. El mayor de todos ellos es el cachalote, cuya mandíbula superior carece de dientes funcionales, pero que tiene en la inferior unos cuarenta o cincuenta, cada uno de los cuales pesa uno o uno y medio kilos. Esas mandíbulas son enormes, pues el tamaño de la cabeza es casi la tercera parte del de todo el cuerpo, que mide, en muchos casos, de 20 a 25 metros. Estas dimensiones se refieren a los machos, pues las hembras son algo más pequeñas. La cabeza del cachalote encierra una sustancia grasa llamada espermaceti, o esperma de ballena, la cual invade las grandes cavidades que rodean los conductos nasales, entre éstos y el cráneo, cuya parte superior forma una enorme oquedad. Y así, cuando se ha cogido a un cachalote, se le abre la cabeza y se saca el aceite que contiene, por medio de cubos. De este aceite, una vez refinado, se obtiene el espermaceti, con el cual se hacen las mejores velas y muchas clases de ungüentos y cosméticos. De un cachalote que tan sólo medía 18 metros, se sacaron 100 barriles de aceite, que al ser refinado dio 24 de espermaceti. Otro extraño producto que se obtiene del cachalote es el ámbar gris. Es una sustancia grasienta, de color gris moteado, muy poco pesada, formada por restos de pulpos, calamares y otros animales que el cachalote ha comido y no ha podido digerir del todo, mezclados y amasados con los jugos que segrega el propio aparato digestivo de este cetáceo.
Por espacio de siglos se recogió dicha sustancia en la superficie del mar, donde solía flotar, y por eso creyó la gente que era una especie de ámbar; pero sabemos ahora que lo produce el cachalote, en cuyo cuerpo se han hallado a veces más de veinte kilogramos de ese producto. En otros tiempos se empleaba el ámbar gris para usos medicinales, pero ahora se utiliza tan sólo para hacer perfumes. Los fabricantes, aun cuando abunda, pagan un alto precio por este codiciado producto, y siendo así, ya puede imaginarse las cotizaciones que alcanzará cuando escasea. Un cachalote que encerrase veinte kilogramos de ámbar gris valdría varios miles de dólares, únicamente por lo que se refiere a esa sustancia y sin tomar en consideración el valor de su aceite o de su esperma.
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