Ccuatro modos distintos y eficaces para cazar elefantes
La caza de elefantes es también en extremo rica en aventuras, y ofrece gran interés. Estos enormes animales se utilizan tanto para el trabajo en la India, que es preciso cazarlos con frecuencia, porque, cuando viven cautivos, rara vez se reproducen. De cuatro modos distintos se los caza. Uno de ellos es el tan conocido de la trampa en forma de hoyo, pero al caer en ella los animales pueden herirse.
Otro consiste en subirse un indio sobre un elefante salvaje, cuando va huyendo el rebaño, y ponerle alrededor de una pierna un nudo corredizo; después se da vueltas a la cuerda alrededor del tronco de un árbol, y el animal queda preso. El tercer método consiste en perseguir el cazador al rebaño, montado en un elefante manso, y enlazar desde él a los que pueda. Este procedimiento no suele dar muy buenos resultados, pues sólo se consigue enlazar a los que corren menos, que son, naturalmente, los peores ejemplares; fuera de que hay riesgo de que sufran graves daños, no sólo el elefante perseguido, sino el que quiere darle alcance y el cazador que lo monta. El mejor modo de cazar elefantes es el cuarto, que consiste en cercar un rebaño y cogerlos a todos.
Cuando los pastos escasean, los grandes rebaños de elefantes se dividen en varios grupos pequeños, que se distancian unos de otros algunos kilómetros, para volver a reunirse cuando la lluvia hace brotar la hierba nuevamente. Los cazadores suelen partir con tres meses de anticipación a la época fijada para la iniciación de la caza.
Con este objeto, marchan doscientos o trescientos hombres, cuyo fin es descubrir el paradero de los grupos de elefantes y acosarlos gradualmente hasta lograr que se reúnan. Para ello se distribuyen, formando un círculo, alrededor de los parajes donde se hallan esparcidos los grupos que constituían los rebaños disueltos. Todos procuran converger en un centro, hacia el cual van empujando gradualmente a los elefantes. Por regla general, los elefantes salvajes buscan su salvación en la fuga, y rara vez atacan al hombre.
Mientras unos cazadores los acosan lentamente hacia un lugar determinado, otros construyen una cerca gigantesca. Rodean un espacio de terreno con una estacada muy grande, hecha de troncos de árboles corpulentos. Este cercado sólo tiene una entrada en forma de enorme embudo, cuya parte más estrecha, que tiene muy poca abertura, cierran en cuanto penetra el rebaño. Por último, el día establecido, el rebaño entero, machos, hembras y crías, es empujado hacia dicho embudo. Hasta este momento el trabajo de los cazadores se reduce a impedir día y noche que el rebaño se disgregue.
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