La llama continúa siendo un animal muy apreciado en el perú


La llama que los primitivos peruanos domesticaron es muy parecida a los guanacos. Durante el imperio de los incas, la llama era considerada un animal valiosísimo, que se utilizaba no sólo para carga, sino también por su lana y por su carne. Los rebaños, cuidados por individuos de alta jerarquía, pertenecían en su mayoría al Inca, al dios Sol o a los templos.

Todas las mañanas se sacrificaba en el templo una llama blanca, y se ofrecía ese sacrificio al Sol. Tal vez ritual tan particular se inspiró en una extraña costumbre de las llamas. Cuando comienza el día, estos animales se paran y miran hacia el lado en que aparece el sol, al que reciben con un largo gemido, y lo mismo hacen al ocultarse el astro, como si ellos también adorasen al dios de los Incas.

En la época en que Colón arribó a América no había un solo caballo en todo el extenso continente y ningún animal doméstico existía, con excepción de cierta especie de perros, de la alpaca y de la llama. Fue ésta el vehículo y la acémila de los antiguos peruanos, quienes lograron capturar la llama y obtener de ella lo que los primitivos pueblos de Oriente consiguieron del camello. Con las llamas machos hacían el trabajo, y su carne les servía de alimento; reservaban las hembras para producir la leche, y aprovechaban a ambos para obtener de ellas la lana necesaria.

Los incas se esmeraron en la conservación y perfeccionamiento de estos animales, apreciando sus múltiples cualidades, como lo hicieron los misteriosos hombres del desconocido pasado, hace miles de años, con las ovejas, a las que mejoraron aumentando su rendimiento de lana.

Las llamas siguen utilizándose para el transporte, aunque no con la misma intensidad que se hacía primitivamente. Una costumbre curiosa de estos animales es que cuando están enojados escupen al que los fastidia.