Los reptiles, los dragones voladores, las aves y el hombre


Formáronse después de éstos otros animales que podían vivir en el agua o fuera de ella, como lo hacen actualmente los hipopótamos. Luego aparecieron reptiles enormes. Algunos de ellos tenían el cuerpo del tamaño de un elefante, era su cabeza semejante a la de un lagarto, y estaban dotados de enormes dientes. No pocos de ellos podían volar y otros nadar y andar con igual facilidad. Según nos enseñan los hombres de ciencia, de algunos de aquellos monstruos son descendientes las aves; y todavía, más tarde, aparecieron los primeros animales que tuvieron piel cubierta de pelo en lugar de escamas, espinas óseas y grandes placas de igual naturaleza. Poco a poco, aves y cuadrúpedos fueron transformándose, hasta convertirse en las especies que existen al presente; y, por último, cuando la tierra estaba preparada para recibirlo, apareció el hombre.

No bastarían la ciencia y la habilidad del hombre mejor dotado, para determinar cuánto tiempo empleó la Naturaleza en realizar estas transformaciones, pero sabemos que hubo una época en la que ciertas clases de criaturas poblaron la tierra y las aguas, y que, más tarde, vivieron animales de otras especies nuevas. No existen libros en que buscar la historia de esta evolución, porque no había entonces hombres que los escribieran, pero tenemos los cuerpos de aquellos seres vivientes, descubiertos en nuestros días a grandes profundidades del interior de las rocas. Cuando desocupamos un arca, comenzamos por los objetos colocados en su parte superior, y no ignoramos que éstos fueron los últimos que se depositaron allí; que los que están debajo se colocaron antes; y que los situados en el fondo se pusieron los primeros. De un modo análogo, durante millones de años, ha ido la Naturaleza disponiendo y guardando las cosas en su arca, la cual es la dura roca, que no fue siempre materia sólida y consistente como lo es ahora, sino barro y agua. Ésta se evaporó y, en el transcurso de muchos centenares de siglos, el barro fue endureciéndose, hasta convertirse en una sustancia tan tenaz y resistente como el hierro.