Los caracoles pasan ocultos y sin alimento todo el invierno
Los que ocupan un lugar inferior en la escala de los animales, como el caracol y la babosa, se ocultan en agujeros en la tierra; también en ella, y a mayor profundidad, se esconden los gusanos para escapar a las crudezas de la escarcha. Pero los caracoles toman dobles precauciones. Además del escondrijo que se preparan en la tierra, gracias a su habilidad y vivo instinto de conservación, construyen un grueso cierre que tapa herméticamente la abertura de su concha, pero como necesitan aire para respirar, dejan abierto un orificio pequeñísimo. En tales condiciones es un tanto aventurado asegurar cuánto tiempo pueden resistir viviendo dentro de su encierro; quizás les sea posible superar al sapo, del cual se dice que vive varios años incrustado en una roca o en un trozo de carbón mineral, aun cuando no se puede determinar el número de esos años. Un naturalista encerró varios sapos, privándolos enteramente de alimento; antes de dos años sus prisioneros habían muerto. El caracol puede vivir más tiempo, según se comprobó con uno que se conserva aún en el museo de Historia Natural de Londres, el cual vivió cuatro años pegado sólidamente a una tabla. Después de este período de tiempo, despertó y vivió dos años más en dicho museo. No nos debe, pues, admirar el hecho de que los caracoles pasen ocultos y sin alimentarse todos los meses del invierno.
Algunos peces suelen también emplear el expediente de ocultarse en hondos agujeros o en el cieno y permanecer allí como aletargados.
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