El curioso comportamiento de la ardilla durante el invierno


Hasta aquí hemos considerado las costumbres de algunos animales de sueño rigurosamente invernal; ahora vamos a estudiar las de otros cuyo sueño no es tan regular y prolongado. Uno de ellos es la inquieta y elegante ardilla. Este animalillo, después de hacer acopio de provisión para el invierno, se esconde en su guarida y se entrega al sueño. Despertado algún tiempo más tarde por la suave temperatura de ciertos días invernales, o por la acción del corazón y los músculos durante el proceso de la asimilación de las materias nutritivas acumuladas de antemano, recurre a su depósito de nueces, castañas y otras frutas secas; hace una abundante comida, y luego se enrosca perezosamente, para echar otro sueño en su blanda y caliente madriguera.

A imitación de la ardilla, la marmota recoge heno durante el verano, para no encontrarse desprovista de comida en invierno. Estos animales son de muy diferentes grupos; pero en todos ellos encontraremos motivos para admirar su extraordinaria previsión. Las marmotas que habitan en Europa y en la India no recogen grandes provisiones, pues saben que apenas llegada la primavera, podrán abandonar sus madrigueras y salir en busca de alimentos; otras, en cambio, se preparan a pasar largo tiempo bajo tierra, reuniendo gran cantidad de víveres, para que, no bien el hambre las estimule y despierte, tengan suficiente comida con que afrontar los días fríos y de ayuno. Cierta especie de marmotas que habitan en determinadas comarcas de Norteamérica son particularmente previsoras, según se colige de la abundancia de víveres que se encontró una vez en la guarida de una de ellas. Allí se veían nueces, trigo, bellotas y otros granos en gran cantidad, que la marmota madre destinaba para alimento suyo y de sus hijitos en los momentos de vigilia. Y así no es de maravillar que a la llegada de la primavera saliesen las crías gordas y lucias.