¿Por qué nos inquietamos cuando pensamos en lo porvenir?
La inquietud es un estado especial del ánimo y, como todos sabemos, puede reconocer varias causas, reales o imaginarias. Sin embargo, ésta es una pregunta que merece ser contestada con el mayor esmero, pues nos ayuda a explicarnos un hecho trascendental relativo a nosotros mismos. Si pensamos en la inquietud, y nos observamos, veremos que no nos inquietamos por lo presente. Nos inquietamos, por ejemplo, pensando que tenemos que ir a casa del dentista; pero en cuanto éste empieza a operarnos el diente enfermo, desaparece nuestra inquietud, aunque sintamos temor. La inquietud es quizás una especie de miedo; siempre relativo a lo venidero, es decir, a aquello que aún no ha acaecido.
Así, pues, todos los que sólo viven por y para el instante presente, no tienen por qué inquietarse. Hay muchos seres, y entre ellos los recién nacidos y niños muy pequeños, que sólo viven y piensan en lo presente, de suerte que no pueden sentir inquietud. Sin embargo, el carácter distintivo del hombre, como dijo Shakespeare, es el “haber sido dotado de razón, en tal medida, que puede mirar lo pasado y lo porvenir”. Esta facultad de “recordar lo pasado y pensar en lo porvenir” es la que hace posible la inquietud; y así, por lo mismo que no pueden sentirla las plantas ni los animales, ni aun siquiera las criaturas de muy escasa edad, son susceptibles de experimentarla los tipos más elevados de la raza humana, que poseen más imaginación; y viven más en lo pasado y en lo futuro que en lo presente.
Esta capacidad que tienen los seres humanos de contemplarse a sí mismos en lo pasado y en lo porvenir, se denomina conocimiento de sí mismo, y es la facultad que más nos distingue de todos los demás seres de la creación. La inquietud es una consecuencia de dicha facultad, como acabamos de ver.
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