¿Por qué no posee el humo una fuerza semejante a la del vapor?


La mejor manera de poder contestar acertadamente a esta pregunta es averiguar, ante todo, a qué debe su fuerza el vapor, pues es fácil descubrir que la causa a que el vapor debe su fuerza no se manifiesta en el humo. El vapor es una palabra que usamos en distintos sentidos; muchas veces designamos con este nombre esas nubes que surgen de recipientes que contienen líquidos en ebullición; pero los maquinistas saben perfectamente que semejante vapor carece de toda fuerza para impulsar sus máquinas; en realidad, tiene la misma fuerza que el humo.

El vapor que tiene fuerza y produce rendimiento es el vapor de agua confinado en espacios reducidos y que pugna por dilatarse en todas direcciones, tratando de aumentar de volumen. La fuerza de expansión que posee es la que lo hace tan útil. Cuando se difunde en el aire, ocupando todo el espacio que desea, pierde toda su fuerza. No reside la energía en la nube de vapor que sale de la marmita, sino en el vapor que hay dentro, el cual levanta la tapa.

El humo, por otra parte, carece de fuerza, porque no tiene tendencia a dilatarse. No es un gas, sino un conjunto de pequeñas partículas sólidas que, siendo muy livianas, son arrastradas por la corriente de los gases que se escapan por la chimenea. Estos gases poseerían alguna fuerza si se hallasen encerrados en un espacio pequeño; pero, después de saber de dónde proviene la fuerza del vapor, fácil es comprender que no existe ninguna razón para que el humo posea también energía.