¿Por qué hay cosas que convienen a los mayores y que son malas para los niños?


Lo cierto es, tal vez, que las personas mayores no difieren de los niños tanto como nos lo figuramos, y que lo que no es bueno para éstos, tampoco les conviene a aquéllas; pero no hay duda de que ciertas cosas perjudican a los niños sin que causen daño a los adultos.

Esto se debe a tres motivos. El primero es que, como los niños tienen el cuerpo más pequeño, se necesita menor cantidad de una sustancia nociva para producir en ellas un daño. El segundo, que el organismo humano posee la facultad de aprender a protegerse contra las cosas perjudiciales, de manera que, si muchos adultos pueden fumar o beber alcohol, sin que les cause grave daño, no es porque sean mayores, sino porque sus cuerpos han aprendido a tolerarlo. También a una persona adulta puede dañarle el tabaco, cuando lo fuma por primera vez.

Pero el tercer motivo es el más importante. Es un principio aplicable a todas las clases de seres vivientes: el de que es más fácil dañarlos cuando se hallan en su período de desarrollo o de crecimiento. Se comprende, en cierto modo, que esto haya de ser así, pues el crecimiento de un niño es un proceso más delicado y complejo que el simple funcionamiento de los órganos cuando el cuerpo ha adquirido ya su pleno desarrollo.